lunes, 15 de diciembre de 2008

lunes, 8 de diciembre de 2008

El vecino del sexto

Echando cálculos, y teniendo en cuenta que hay veinte puertas por escalera, seis pisos, y una media de dos personas en cada casa, debemos compartir bloque unos 240 vecinos.

1º1
Vive Marta con su hija Luisa. Marta se separó de Jaime hace cuatro años, y, sin necesidad de llegar a los juzgados, acordó con su ex que ella viviría con la niña. Él viene a recogerla cada quince días, la espera en el portal a las cuatro de la tarde, y la 'deposita' pasadas 48 horas. El alquiler corre de su cuenta. Marta y Jaime tienen apasionados encuentros sexuales cuando la niña está en el colegio. No quieren que ésta se entere de que se aman con locura.

1º5
Dolores y Maite son dos hermanas. La primera tiene 85 años, y Maite 80. Son viudas y ahora, sesenta años después, vuelven a vivir juntas. Toman café todas las mañanas en el bar de enfrente, Dolores compra 'La Razón' en el kiosko de la esquina, y Maite 'El País'. Nunca intercambian la prensa, pero lo curioso de todo es que Dolores es viuda de un exiliado republicano, y la segunda de un general franquista. Vivimos sin duda en 'el país' de la 'sin razón'.

2º2
José María es soldador, pero antes que eso, hincha del Atlético de Madrid. No hay domingo que se precie que no se enfunde la camiseta de su equipo favorito. Todos en la comunidad de vecinos, y cuando digo todos son todos, sabemos por sus gritos cuando marca el atleti (menos mal que no es muy a menudo). Vive con María, una apasionada del arte, lectora compulsiva, que acaba de descubrir la magia del cine independiente noruego. En abril se casan.

2º4
Pamela, Vicky, Samantha y Scarlett son cuatro prostitutas que hacen del segundo cuatro su oficina y su hogar. Dos de ellas son españolas, otra dominicana y Scarlett brasileña. Son, de largo, las más educadas del edificio. No perdonan una sonrisa al cruzarte con ellas. El portero de la finca no las mira con muy buenos ojos, o eso parece cuando le escuchas hablar sobre ellas con las más viejas del lugar, pero cuando las chicas pasan de largo, sí les echa un buen ojo.

2º6
Marcos es de Palencia. Vive junto a Walter, su compañero de piso ecuatoriano. Marcos ha venido a la capital para labrarse un futuro. Es licenciado en económicas, pero de momento sólo ha conseguido trabajar en la ferretería de la esquina y de reponedor en el Caprabo de la calle Princesa. No consigue que le homologuen el título palentino en Madrid y tiene problemas con el permiso de trabajo. Walter por su parte es director financiero de El Corte Inglés. Consiguió el trabajo por enchufe.

3º2
Mauricio es cubano. Lleva muchos años en España, y vive con su mujer y sus dos hijas. Una tarde subió a mi apartamento y me pidió que quitara un disco de Silvio Rodríguez que tenía puesto a todo trapo. Le dije que si era exiliado anticastrista lo entendía, y que si le ofendían las letras de Silvio lo quitaría de inmediato por respeto. Me dijo que no, que no iban por ahí los tiros, que admira a Fidel, pero que sólo escucha música house. Me dio un flyer de la discoteca Space donde trabaja de relaciones públicas.

3º5
No vive nadie en el tercero cinco, pero todos los sábados Juan, el hijo del dueño del piso, monta unas fiestas espectaculares con sus amigos. Un día me dijeron que me pasara, y así lo hice. La fiesta fue de lo más bestia que he vivido nunca. Desfase al máximo, gritos, cánticos populares, rock & roll, intercambio de pareja, orgías temáticas por habitación... No vi a nadie drogarse, pero lo que es más extraño, no había ni una gota de alcohol en toda la casa. Cuando les propuse comprar un poco de ron, me echaron de la fiesta.

4º1
Josep Albert Pujol Ekejalde vive en Madrid sólo durante la semana, el viernes coge el puente aéreo y disfruta del fin de semana en su casa de Barcelona. Su padre nació en Hospitalet de Llobregat y su madre en Hernani. Él es delegado comercial de la zona centro del cava catalán Freixenet. Las pasadas navidades le propuse que me vendiera una caja de cava para llevar a la cena de nochebuena. Me preguntó que de dónde era. Le dije que de Madrid. ¿y tu familia? también de Madrid, contesté. Me miró con cara de desprecio de arriba a abajo y me dijo que a un verdadero madrileño le debería dar vergüenza no hacer boicot a los productos catalanes. ¡Arriba España! me gritó mientras me cerraba la puerta en las narices.

4º3
Manuel Tapado vive con su padre Leandro y su hijo Ginés. Los tres, hijo, padre y abuelo son nudistas. Se pasean en pelotas por la casa, y en verano, cenan en la terraza como dios los trajo al mundo. En el buzón, alguien ha puesto a boli al lado de su primer apellido un 'a ver si es verdad'.

5º4
Maribel, Aurora, Ángela, Sonia, Luz, María Dolores, Silvia, Maika, Ruth, Irene, Mabel y Cristina viven aquí con Mohamed, su querido esposo.

5º6
Viven aquí de forma provisional. Buscaban piso en Chueca, pero los precios eran prohibitivos. Juan José y Miguel, de momento viven su amor en silencio en este pequeño apartamento. Añoran el día en que puedan cambiarse al barrio que anhelan. Por la calle nunca van de la mano, no cruzan las piernas al sentarse y adoptan poses de chulitos de barrio en público. Saben que de momento, la legislación es inflexible, y que todas esas actitudes sólo son legales en Chuecatown.

6º1
Aquí vive y trabaja Manuel. Al igual que las vecinas del segundo cuarto, Pamela, Vicky, Samantha y Scarlett, utiliza el apartamento a modo de oficina y de hogar. Es psiquiatra. Al parecer es muy reputado en su profesión, y así se refleja en las facturas que alguna vez he visto en su buzón. Cien euros la hora, sí debe ser bueno, sí. Atiende a una media de diez pacientes al día. Vivo puerta con puerta con él. Lo único que me molesta de mi vecino psiquiatra es que por las noches, ya de madrugada, suele gritar 'que alguien me saque de este cuerpoooo', 'mundo cruel, quiero morir antes de morir al morirrrr' o 'no hay salida, no hay salida, el mundo ha muerto, la vida es un precipicio negrooooo'. Como he dicho, es psiquiatra, y muy bueno.

6º2
Bienvenidos a mi casa, están todos invitados.


La realidad es que de las aproximadamente 240 personas que forman mi comunidad de vecinos, no conozco a nadie. El diccionario de la RAE define comunidad así: 'conjunto de personas vinculadas por características o intereses comunes', pero... ¿qué intereses o características comunes me pueden unir con personas que no conozco, lejos del pago mensual para el mantenimiento del edificio?
Estoy seguro que alguno de los casos arriba relatados pueden asemejarse a la realidad, o quizá no, pero creo que nunca lo sabré. Es triste vivir 'en comunidad' tan cerca y tan lejos a la vez.

jueves, 27 de noviembre de 2008

¡¡CHATARREROOOO!!

Amanezco con el nerviosismo que proporciona la incertidumbre, lo nuevo, lo desconocido.
Entro en la ducha, me visto y desayuno con mi madre, que me da los últimos consejos de madre: "tu ve tranquilo", "que se note que eres educado", "y come bien luego eh?". Yo acabo mi café sin inmutarme, oyendo a mi madre de fondo como si fuera la radio. Ni hago el más mínimo gesto, sólo paso páginas del periódico. A ella no le importa que no le diga nada. Es mi madre, haga lo que haga ella se queda a gusto marcándome las pautas de madre. Arranco mi viejo Opel Corsa, hace mucho frío, tardará un par de kilómetros en calentarme un poco. Pongo mi música, mi cinta de cassette favorita y salgo a buscar a mi nuevo destino... con llegada en Leganés. No es un destino muy exótico, pero es el mío.
Es mi primer día de trabajo en una empresa de toldos. Si, extraño, pero cierto. Es la empresa de un amigo de mi padre, en la que estoy llamado a ser uno de los que la dirija pasado un tiempo de rodaje. Primero tengo que empezar de cero. Empezar conociendo todos y cada uno de los rincones de ese negocio.
Llego a las ocho y cinco. Me he perdido un poco por el camino, pero llego. Aparco cerca y entro en el negocio que guiaré dentro de unos meses o años, quien sabe. Pregunto por el dueño, el amigo de mi padre. Aún no ha llegado. Días antes ya había mantenido una charla con él. Fue extraña. Quedamos en una cafetería para hablar del asunto, donde me contó un poco cómo está el negocio de los toldos, pero encuentro a un hombre huraño, algo raro, parece nervioso, ni si quiera aguanta la mirada más de tres segundos al hablar. Me habla de presente y futuro, pero no hay mucho 'feeling'. La conversación termina en el espacio de diez minutos y nos despedimos hasta mi estreno.
Ocho y diez. Llega un Mercedes, parece él. En efecto, me saluda y le acompaño al interior de la nave industrial. Allí me presenta al encargado, un hombre de unos treinta y pocos, rubio y enérgico. Será el hombre que me forme. Y así fue:
Nada más irse el dueño, el encargado ya me puso a trabajar, aunque de una forma un tanto extraña, he de admitirlo. Me mandó que recogiera todos los toldos que había que repartir esa mañana y los cargara en el camión. Así empezó mi nueva vida. Uno a uno los metí dentro del camión, mientras veía cómo el resto de empleados me miraba con el gesto con el que todo empleado mira al nuevo de turno, pero bueno, poco a poco iré conociéndoles me decía. Cuando casi estaba todo cargado y me disponía a recoger el último toldo, un grito me sobresaltó. "¡Vamos que es para hoy!". Era el encargado. Me dio mucha vergüenza, pensé que si en diez minutos de trabajo ya habían notado que no lo estaba haciendo bien, debería ponerle más ganas. Así lo hice, bajé la cabeza y casi corrí a cargar el último toldo.
"Ya está", le dije. Bueno, pues vete con Jorge a repartirlos.
Jorge era un chaval, deduzco que había cumplido los dieciocho hacía muy poco, pero era el encargado de llevar el camión y hacer el reparto. Subí con él y nos pusimos rumbo a Madrid. Comenzamos a hablar, tuvimos tiempo para conocernos algo, ya que la M-30 estaba colapsada. Me dijo que iba a dejar el trabajo, que era su último día. Que de hecho ya debería haberlo dejado hacía tiempo porque no aguantaba ni al encargado ni al dueño. En fin, quizá demasiada información para mi primer día. Al llegar a Madrid, aparcó el camión en una zona muy conocida para él, bajó rápido y se fue sin decirme nada. Volvió a los pocos minutos con un gran bocata en la mano. "Los hacen de puta madre aquí" me dijo mientras daba el primer bocado.
Subió y me miró, miró al bocata y lo tuvo claro. "Oye, llévalo tú pa que me coma esto a gusto".
"Pero... si yo nunca he llevado un camión tan grande..."
"Venga coño, ven pacá". Así fue. Yo, una hora más tarde de estrenarme en el mundillo, me vi subido a un camión cargado de toldos.
"¿Por aqui?"
"derecha"
"¿y ahora?"
"derecha otra vez"
"sigo?"
"¡Para, para!"
Bajamos del camión y descargamos en una pequeña tienda. La mujer firmó el albarán en medio de protestas sobre el funcionamiento de la empresa. "Estáis tardando mucho últimamente. Dile a tu jefe que voy a cambiarme porque los clientes se quejan mucho".
"Pero si yo me piro hoy, díselo a éste (señalandome con desgana)" La señora me miró y me repitió lo mismo. Yo asentí con cara de panoli.
Venga, vamos a Carabanchel. Era el segundo reparto del día y mi nuevo colega ya había decidido que llevara yo el camión. Él se recostó sobre el asiento y cerró los ojos. No podía creerlo. Era una situación muy incómoda. "Oye, por aquí?", "síiiii". Su tono empezó a torcerse. "Joder, que quiero dormir un poco cojones..." me dijo indignado. "Ya, pero si no sé ir..". "Pues vamos a la tienda Jofer de Carabanchel", y volvió a cerrar los ojos. Ahh, gracias majo, mucho más claro, pensé.
No sé cómo, pero llegué a Carabanchel, una zona donde las calles son muy estrechas para un camión de estas características, pero ahí estaba yo, sin saber mi destino, pero llevando a un cabrón con pintas a mi derecha dormido. Decidí despertarle, algo había que hacer. Me miró, miró enfrente y volvió a protestar. "Pero dónde estás coño, aquí no es. Gira pallá y métete por ahí". Tampoco estabamos muy lejos. En un par de minutos, y varios retrovisores arrancados de cuajo después... ya estábamos descargando otra vez. Dos repartos más y a Leganés. A las doce estábamos de vuelta en la nave industrial. Aparqué el camión y nada más caer al suelo, algo cansado ya tenía al encargado a mi lado. "Sígueme, venga, venga, que venís más tarde que la hostia".
"Ponte a hacer unas piezas y luego recoge esto". Se va.
Unas piezas me dice, pero enséñame primero cojones. Me quedé al lado de un torno industrial mirando al infinito. Patético. Me acerqué a un chaval de los varios que había allí y le pregunté cómo hacerlo. Me lo explicó con desgana, pero me lo explicó. Antes de irse de mi lado para volver a su actividad se giró y me preguntó extrañado. "Oye, pero tú tienes estudios y toda la pesca, no?" yo le dije que había estudiado periodismo. Me miró y me dijo. "Y qué haces aquí". Sin esperar mi respuesta, se fue.
"Venga, venga, joder, ven para acá". Cada vez que el encargado iba al baño volvía mucho más excitado y nervioso. Eso me empezó a extrañar un poco. Mi encargado se metía coca, supongo que por estar en un polígono, en cantidades industriales y por alguna extraña razón me trataba como a un imbécil. "Venga, recoge toda esa chatarra y al camión". Así lo hice. Tenía hambre, pero no iba a abrir la boca para preguntar a qué hora comían allí. Me había cortado las manos varias veces con toda esa chatarra, pero ya quedaba poco. "¡CHATARREROOOO! jajajajaj", esa fue la imagen que más recuerdo de mi paso por ese negocio. Era el encargado desde lejos, mientras se iba a comer. Me llamó chatarrero mientras se reía con otro de mí, señalándome con su sucio dedo. Muy triste. Ahora es gracioso, pero en ese momento no me hizo mucha gracia.
Terminé de recoger todo y me vi solo allí. Mi encargado se había ido sin decirme nada, y nadie se dignó a invitarme a acompañarles a la hora del almuerzo. Sin saber muy bien qué hacer, me acerqué al bar más cercano y pedí un bocata. Lo comí rápido. Solo y rápido, y volví. Me puse a hacer más piezas por si acaso aquel loco volvía y me veía parado.
En efecto volvió y volvió a gritarme. "Pero toda la chatarra la tenías que haber llevado a Getafe joder... Ya vamos mal de tiempo". Y yo qué sé, no me había dado ninguna indicación, todo era muy surrealista. Emprendí camino al chatarrero. Me perdí, me volví a perder y pregunté y volví a preguntar. Al fin llegué. La calle más estrecha del mundo. Ahí estaba yo. "Qué pasa chaval, ¿vienes de intertoldo?" me dijo el hombre. "Sí". "Pues mete el camión de culo". Era imposible, no cabía. Admito que me puse nervioso al escuchar los pitidos en cadena. Y más nervioso aún al ver al chatarrero esperando mi maniobra perfecta que nunca llegó. "Venga, venga, sigue y da la vuelta que estás montando una que no veas". Dí la vuelta y volví a intentarlo. Empapado en sudor, era un sudor de cansancio mezclado con nerviosismo. Maniobra imposible, primeros pitos de nuevo (qué poca paciencia, eso parecía el Bernabéu, coño). El hombre, desesperado, me hizo bajar del camión. Tuvo que meterlo él. Patético. Yo haciendo pequeñas señas desde fuera, como indicando algo, por disimular mi patetismo, pero mi mano haciendo el gesto de giro era inútil, ni me miró. Bajó y descargué. Me pagó una pequeña cantidad y volví a la nave del infierno.
Me recibió un "¡Venga, venga, venga!..." Puto cocainómano loco, joder, déjame descansar, pensé claro. Ni siquiera sabía que yo había comido, ni le importaba lo más mínimo. "No hay cajas", gritó. "¡¡Ehhh!!", me llamó de lejos como quien llama a una vaca. "Vete a Somfy a por cajas!!". Ein? ¿Qué es somfy? ¿una tienda de cajas?, joder, dime las cosas como una persona normal, hostia (pensé otra vez, no abrí la boca, claro). Volví a preguntar a veinte personas hasta que encontré Somfy. Me alivió ver el cartel, el hecho de volver sin haberlo encontrado me producía mucho estrés. Entré a Somfy (tienda de automatismos para persianas, por cierto) y me presenté. "Buenas tardes. Vengo de Intertoldo, ¿tienes cajas?" "¿Pero cajas de qué?" No por dios, no me preguntes más cosas, que no lo sé, no quiero resultar más patético. "Pues cajas", dije. Pensaba que era un ritual y que me lo iba a dar como soliera hacer habitualmente, pero no, me tenía que preguntar que qué cajas. "Pero, ¿cajas sueltas, o qué quieres?". "Si", respondí. Ni puta idea, claro. Me dio varias cajas y volví con miedo. Lo mismo el cocainómano no quería eso, yo qué sé. Las descargué y le miré, él miró las cajas, me miró y no dijo nada. Un silencio del que sólo pude escapar huyendo a la zona de las piezas, me puse a hacer más, es lo único que se me ocurrió. Hice más piezas ese día que en toda la historia del negocio. Supongo que aún hoy tienen piezas por ahí de las que dejé hechas.
"¡¡Oyeee, chaval!!, venga, vamos, sube al camión". Pero qué pasa, ya era el conductor oficial de ese puto camión. Fuimos mi encargado y yo a otra nave industrial cercana y él empezó a hablar con uno de los operarios. Deduje por el olor que era una nave dedicada a pintar las piezas de los toldos. Así era, pero un submundo de albaranes y facturas me volvió a superar. No entendía ningún procedimiento de los que seguían, no tenía nada sentido, y todo lo hacía mal y a destiempo. Me cayó otra bronca. Era insufrible ese tío. De repente, dejó de humillarme delante de todos los operarios y me presentó en sociedad. "Este es Alfonso, amigo del jefe. Tiene estudios y todo" (vaya tela con la frasecita)..., "y va a ser el que dirija todo esto de aquí a poco". Lo dijo después de humillarme una vez más, lo dijo con desprecio. Ahí entendí todo. Sintió mi presencia como una amenaza y quería joderme la vida antes de que eso ocurriera. Y lo estaba haciendo a la perfección.
Eran las ocho de la tarde. Llevaba allí doce horas y mi 'amigo' se dispuso a irse. Yo cogí mi chaqueta, pero no. Antes de irse me dijo, "¡eh, eh, ¿dónde te crees que vas?. Tienes que dejar cargado el camión para mañana. ¡¡Venga, venga!!. Mañana a las ocho, te quiero aquí como un puto clavo". Y se fue.
Acabé de cargarlo a las nueve, empapado en sudor y sin fuerzas ya de coger ni un toldo más entre mis débiles brazos. Entré en mi coche, resoplé, y me fui a casa.
Al llegar, las sonrisas de mi padre y de mi madre me recibieron. "¿Qué tal tu primer día hijo?" No quise decirles que había sido el peor día de mi vida, que me habían humillado y que me habían torturado laboralmente. No quise hacerlo porque pensarían que estaba exagerando, pensarían que soy débil, que no aguanto nada. Pero sin duda eso era inaguantable.
Duré dos semanas más allí y fue traumático explicarle a mi padre que eso no era lo mío, que no quería seguir allí.
Un par de años después mi padre se enfadó con su amigo. Por lo visto su ex amigo le hizo una jugada muy gorda, muy rastrera. También supe que al encargado le habían echado, que tenía problemas con las drogas y que nadie allí podía verle. Yo ya no estaba, pero me alivió saber que no era sólo cosa mía.

Ayer tuvimos una reunión con el comité de empresa que está negociando los despidos masivos con mi actual empresa. La representante de CCOO (como diría Urdaci), que por cierto nos habló a los trabajadores a los que defiende con un tono nada apropiado, dijo en un momento de su discurso. "ojo, que van a rodar muchas cabezas, y la cosa está muy mal, que a los que echen seguramente les veo de reponedores en el Carrefour". No tengo miedo al despido, y no tengo miedo a trabajar de reponedor, pero me acordé de mi traumático paso por Intertoldo. Me acordé de eso y de la madre del encargado.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Cerrando negocios

-El traidor es Jimmy, lo quiero muerto
-Tranquilo, los chicos se encargarán de todo

lunes, 27 de octubre de 2008

El cliente siempre tenía la razón

Lo de mi padre es curioso, pero cada día lo entiendo más. Siempre ha optado por la opción de hacer él con sus propias manos casi todo. De esta manera no puede echar la culpa a nadie si algo le sale mal, se siente realizado, y lo que es mejor, habitualmente ha terminado todo lo que se proponía con una excelente nota. Por otro lado, se ha ahorrado grandes cantidades de dinero, y ha evitado facturas abusivas por trabajos que, sin duda, no merecen tanto desembolso. Pero evidentemente no llega a todo, y a pesar de no ser una persona consumista, como todos los padres del mundo, siente de vez en cuando el impulso de darse un capricho. Darse un capricho en forma de coche nuevo, tele de plasma nueva, ordenador nuevo, o móvil nuevo... typical caprichos de padre. Pero siempre que ha decidido dar ese paso, lo ha hecho de la misma manera: se ha gastado el dinero después de valorar el trato recibido. Ha comprado, incluso haciendo un mayor desembolso, a aquellos dependientes o establecimientos que mejor trato le han proporcionado. Y ahora me doy cuenta de la importancia de sus actos. La importancia de gratificar a quien te trata bien, algo que supongo que viene de lejos. Los negocios familiares, o las empresas de hace unos años tenían una máxima: el cliente siempre tiene razón, y si no la tiene, el trato ha de ser ejemplar con quien se rasca el bolsillo.
Eso apenas se da ya, y mi padre lo valora mucho. Lo valora él, y ya lo valoro yo. Multinacionales, grandes marcas que operan a nivel mundial, etc... han conseguido llegar a mucha más gente y ampliar su abanico de posibilidades económicas, pero han perdido algo que nunca debieran haber perdido, el trato humano, el buen trato al cliente.
Mi sorpresa llegó la pasada semana al echar un ojo, o un reojo resignado a mi cuenta bancaria, o más bien a mi 'cuenta bancarrotaria'. Sabía de sobra que apenas me quedaban cien euros para acabar el mes (sin contar el uso que he dado a la tarjeta, lo que me deja en una situación muy muy roja, pero bueno, eso es otra historia), cuando descubrí un redundante descubierto de unos cincuenta euros. ¿Cuando me he gastado yo esos ciento setenta euros (aproximadamente) que me faltan? A mi mente llegó rápidamente mis salidas de fin de semana aderezadas con mis ataques de efusividad al invitar a copas, o mis paseos periódicos al cajero. Es triste, pero es así. Pero no, en el desglose no detallaba seis copas de un bar, y otras seis de otro, no, era mi última factura de Ya.com, con quien tengo contratado internet y las llamadas en mi casa. ¿Cómo? ¡¡ciento setenta y pico euros por un mes!!. No daba crédito teniendo en cuenta que había hecho sólo cuatro llamadas a móviles en todo ese periodo de tiempo. Pues bien, gracias a mi pobreza me había dado cuenta del error, sabía que no podía ser, que tenía que protestar. Si hubiera tenido trescientos euros en la cuenta, seguramente no hubiera caído, soy así de desastre, mientras tenga, no me fijo en nada.
Me dispuse a llamar al servicio de atención al cliente para que me solucionaran el problema, y una operadora me atendió. Me alegré, he de decirlo, al oír una voz humanoide, por lo menos no era un 'contestador inteligente'. Efectivamente la chica me comentó que se trataba de un error, que no deberían haberme quitado unos ciento cincuenta euros, que sólo deberían haberme cobrado alrededor de treinta, como cada mes. Pero, ¿cómo es posible ese error tan desproporcionado?. En fin, aún así me quedé más tranquilo sabiendo que asumen su error.
-Páseme por favor con facturación para solucionarlo.
-No caballero, no estoy autorizada para pasarle con facturación.
-¿Ein?
-No, no le pueden atender, yo dejo apuntada su queja, y ya se pondrán en contacto con usted en unas 24 horas.
-¿Cómo dice?
-Lo que oye caballero, que en unas 24h. se pondrán en contacto con usted.
-O sea, que ustedes me quitan un dinero que no es suyo, que es mío vamos, que en otro ámbito podría ser considerado como un robo, y tengo que esperar a que ustedes tengan un ratillo libre para atenderme?
-Así es caballero, yo dejo apuntada la queja.
-No, no, señorita, sé que usted no tiene culpa, pero por favor, solucione el problema o páseme con alguien que pueda hacerlo...
-Creo que le he atendido correctamente, me dijo enfadada, así que si no tiene otra consulta, le dejo ya.
Y va la muy puta, y me cuelga... ¡¡Me roban y me cuelgan!!.
Volví a llamar rebosante de rabia, y por segunda vez, otra señorita me comentó más o menos lo mismo, que tendría que esperar vaya.
Resignado, decidí esperar ese plazo de tiempo... y cinco días más tarde, no quiero hacer la cuenta en horas... aún no se habían puesto en contacto conmigo. Alucinante.
Esta mañana me he levantado de muy buen humor. No sé exactamente porqué, pero así ha sido. He llamado a mis 'amigos' de Ya.com con un talante muy conciliador, y me ha atendido una operadora ciertamente agradable, que no ha parado de reírse con mis gracias sobre el asunto. Pero no me ha solucionado el problema. Lo único que me ha confesado es que seguramente no me devuelvan el dinero de manera rápida, ni siquiera medio rápido. Me lo irán descontando en las sucesivas facturas... Me quitan mi dinero y ellos ponen las condiciones de devolución... y todo basado en suposiciones de una señorita que tampoco puede hablar con facturación ni saber de sus intenciones. Y no sólo eso, sino que cuelgo dándole las gracias por ser tan maja. Es lo único que se puede hacer, es así de triste. Tomarse los atracos con filosofía.
No hay nada que tenga más claro ahora como es el hecho de que tendré que llamar mes a mes para decir que no me han devuelto lo que me deben. Es así. Con este tipo de empresas siempre es así. Y a todo esto... nadie me ha sabido decir cuál era el error por el que me han sacado tanto dinero a final de mes de mi mermada cuenta corriente. ¿Por qué? porque lo sacan por si acaso, de eso se valen, de gente que se harta de reclamar, o de gente que no se entera de que le roban de vez en cuando. Eso sí, ojo con no pagar un mes, que te cortan el servicio al minuto dos. Y para pagar sí te dan acceso a hablar con la misteriosa sección de facturación...

Debería tomar nota de mi padre...

-para tomar nota de su padre, marque 1
-para cualquier otra consulta, por favor, manténgase a la espera.

jueves, 9 de octubre de 2008

Su crisis, gracias

De un tiempo a esta parte me voy dando cuenta de la mentira que supone este sistema tan injusto como es el capitalismo. Supongo que me he ido dando cuenta poco a poco a raíz de esta publicitada crisis mundial, de la que ya estoy bastante agotado.
Agotado e indignado. Durante muchos años este sistema brutal, que cada vez asemejo más a un chantaje encubierto, o a una esclavitud maquillada, se ha ido alimentando día a día hasta el límite. Puede ser demagógico, pero no puedo evitar imaginarme a los peces gordos de este país hacerse cada vez más gordos. Si, si, imágen de cómic, pez gordo enfadado, comiendo sin parar y engordando mientras el resto le llevamos con miedo nuestra comida a su mesa. Enriquecerse con trabajo lo veo bien, pero no a costa de apretar al resto de ciudadanos que, sin inmutarse, cada día pagan más por lo que no cuesta tanto. Viviendas a precios imposibles, no poco asequibles, sino imposibles, menús desproporcionados, productos de ocio por las nubes... todo esto con un sueldo que no se mueve. Estamos hablando de acceso a un techo donde refugiarnos, de productos de primera necesidad, todos tenemos hambre en algún momento del día, de elementos de disfrute necesarios para no pegarnos un tiro... Todo se ha disparado tanto, tanto, que trabajamos sin parar para conformarnos con un poquito de cada una de esas cosas. Todo se ha desmadrado tanto que casi hay que dar las gracias por tener un trabajo, hay que arrodillarse ante los empresarios que permiten que puedas dejarte todo lo que tienes dentro, todo tu tiempo para hacer más productiva a esa empresa que te paga a final de mes un sueldo estático durante años con el que poder pagar una mínima parte de lo antes citado.
Todo esto es algo que vemos hasta normal. "Trabajo como un cerdo para poder vivir un poco". No estoy descubriendo América, pero bueno, así son las cosas desde que tengo uso de razón, se ha aceptado así este sistema, naces envuelto en él casi sin enterarte. Lo que verdaderamente me sorprende de todo esto es que ahora, cuando la explotación total ha llegado al límite, cuando los precios de las viviendas son tan desorbitados que la gente opta por no comprar, cuando el pez gordo, que ya es más que obeso, sigue queriendo más... llega la crisis, la recesión, la desaceleración acelerada, como se quiera llamar, y en vez de tomar medidas para la gente, en vez de en cierto modo, pedir perdón por todo este tiempo de abuso, es cuando más nos humillan.
Si, me siento humillado hasta límites insospechados. Y lo peor de todo es que, no hago nada por remediarlo, nadie hace nada, nadie se extraña. Resulta que cuando esos peces gordos ven sus ingresos un poco parados, tiene que llegar el gobierno de turno a inyectar dinero, a darles la mano para que no se caigan. (recuerdo algo obvio, el gobierno=todos los esclavos y chantajeados).
Vale, somos putas y encima ponemos la cama, pero no contentos con eso, las empresas aprovechan para despedir a una cantidad brutal de trabajadores. Por qué? Porque estamos en crisis, no lo sabes? Y no contentos con eso, el Gobierno se reúne con los tipos más ricos del país para hacernos a todos un favor: garantizar un poco más nuestros ahorros en caso de que esto se venga abajo de verdad. Ahh, muchas gracias por garantizarme un pequeño porcentaje de lo que es mío. ¡¡¡Que ya era mío, cojones!!!, que me vas a garantizar ahora. Pero como los peces gordos son así, inhumanos, llegan con su soberbia infinita y dicen ahora que antes de bajar el precio de los pisos, los regalan al banco. Textual: Chicote: "Que nadie espere que bajen un 30% ó un 40%, antes se los regalo al banco". Flipante. Pero tranquilos, que las medidas para el futuro que han tomado algunos son de lo que no hay: Vamos a abaratar el despido de los trabajadores de ahora en adelante. Cómo?? si, si, para ahorrar dinero. Y encima, para calmar a las masas, ya de por sí calmadísimas dicen, pero que nadie se alarme, que esta medida es para las nuevas contrataciones... Ahh, bueno, si a mí no me toca, que se jodan los nuevos jóvenes...
No soy economista, nunca he entendido de esto, de hecho no me atrae absolutamente nada, estoy seguro que cualquiera me rebatiría punto por punto todo lo que he expuesto con argumentos técnico-empresariales, pero hay algo que nadie me puede quitar, el fondo de la cuestión: una sensación. Y la que tengo es de esclavo chantajeado, y ahora humillado. Eso no me lo quita ni Botín con la mejor de sus ponencias.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Susto o muerte

Están todos, no falta nadie. Mis padres, mi hermana, mi pequeño sobrino, mis amigos de la universidad, del trabajo, del colegio. Y por diosss, mis ex novias y varios ligues juntos, hablando amistosamente. Y todos hablan de mí. ¿Es esto aquello de los quince minutos de fama que toda persona tiene en su vida?, o es una broma pesada. Debe de serlo porque no doy crédito.
A mi que no me gusta especialmente ser el centro de atención, y ale, todos hablando de mí. Debe ser por la fiesta de mi treinta cumpleaños. Vaya fiesta sorpresa, si es que están mis primos y mis abuelas también, madre mía, quién ha organizado todo esto, vaya extraña mezcla para un macrobotellón. ¿¿Estamos locos?? Eso sí, ratas como ellos solos, ni un mísero regalo. Sólo unas florecillas para decorar, si saben que a mí me dan igual las flores.
Pero las cosas cuando se hacen forzadas no salen bien del todo. No me extraña que haya ese ambiente de desolación reinante. No lo sé, esto debe ser cosa de mi madre, que estaba muy pesada con que iba a cumplir treinta y no maduraba. Ha juntado a todos para que me metan presión y me hagan sentir mayor y responsable. Pero esto es forzar un poco las cosas, ya maduraré cuando toque, no?...

Si, hoy he vuelto a soñar con ello. ¿Quién no ha soñado o ha pensado alguna vez en este momento? Lo sé, llevo mucho tiempo sin escribir en el blog, alejado de él, descansando en paz, y mi regreso es un poco fúnebre, pero no le he encontrado más sentido y salida a mi sueño que comentarlo de esta forma aquí.

lunes, 8 de septiembre de 2008

La mar... de seguro


¿Le importa vigilarme esto un segundo?

martes, 26 de agosto de 2008

Deme tres. Con final triste, por favor

Creo que he vuelto a hacerlo. Se conoce que cada cierto tiempo mi cabeza sufre un colapso, el riego sanguíneo se bloquea y mi cerebro no funciona. Habitualmente no funciona del todo bien, pero hablo de bloqueo total, no encuentro otra explicación.
Hace algo más de un mes lo he dejado con mi novia. Con mi maravillosa novia con la que compartía ya casi tres años juntos. Desgaste, malos rollos, reproches... todo lo que quieras, pero en muy breve espacio de tiempo, y no sé si con motivo suficiente para arrojar la toalla, lo he hecho. Y a todo esto ¿qué pasa por mi cabeza? nada. Nada lógico quiero decir. Pienso que seguramente lo esté haciendo mal, que la esté cagando, que estoy dejando pasar un tren extraordinario, que me estoy equivocando, que me voy a arrepentir en breve. Pero aún así no muevo un dedo. Aún así aquí estoy escribiendo estas líneas y dejando que la mierda tome forma y luego me aplaste cuando sea grande. Siento ser tan escatológico, podría decir que estoy aquí esperando a que la bola de nieve se haga más grande y que cuando no pueda pararla me aplaste, pero no me apetece, ¡qué pasa!. Prefiero hablar de mierda.
"Creo que te estás equivocando", "¿estás loco?", "pero como dejas escapar a esa tía inteligente, simpática, guapa, con valores... tu no estás bien de la azotea". "Hombre, tu sabrás, no quiero meterme, pero creo que estás cometiendo uno de los mayores errores de tu vida" (y no quería meterse eh?). "Si es lo que necesitas, pero nosé..." son algunas de las reacciones que me han llegado de los míos desde que han conocido la noticia. ¿Y yo que hago? nada. Esperar a que pase el tiempo, que sea irremediable y hundirme en la erótica del recuerdo y de lo que pudo ser y no fue, hacer mías las letras de canciones sobre fracasos... Surrealista pero cierto.
Supongo que este tipo de reacciones muy mías responden a un desorden mental que no acabo de arreglar. Mi casa desordenada, mi ropa sin planchar, mis papeles revueltos, mis cd's rayados... creo que son un fiel reflejo de lo que pasa por mi cabeza. No es broma, creo que observar el desorden en el que navego cada día es lo más parecido a meterse en mi cabeza y echar un ojo.
El próximo mes de abril cumplo treinta años. Es una edad considerable. No me había parado a pensar en ello hasta hace unos días, cuando, por primera vez yo era el mayor de un grupo de amigos con cubata en mano. No me asusto, no me entra el pánico por encontrar a la mujer de mi vida, no me ha llamado el instinto paternal, pero algo falla en mí. Mi memoria no funciona, pero cuando digo que no funciona, digo que es como tener hoy en día un video Beta. Es un diskette blando, de los de 5 y cuarto con redondel en medio en una época donde el DVD ya está casi obsoleto. Es una pena pero así es. Por ello, uno de los motivos por los que escribo en este blog (con largos paréntesis, muy típico en mí también), es por eso, para poder recordar en un futuro mucho de lo que me pasa hoy en día.
No es la primera vez que me encuentro en esta situación de punto muerto voluntario. En un resumen rápido de diez años atrás a ahora, he conocido a muchas chicas, quizás para recuperar todo el tiempo perdido de mis inicios torpes y algo tardíos con las mujeres. Pero en ese periodo de tiempo, tres han sido realmente importantes para mí. Con la primera estuve un año, pero muy intenso, vivía de alquiler y allí me plantaba yo cada día. Estaba realmente enamorado, entregado a la causa, emocionado... hasta que en un momento de bajón en la relación, me armé de valor, y borracho (error), acudí a verla para dejar las cosas claras. Le dije que si íbamos a seguir así que mejor era dejarlo. Ella dijo, "vale". Me fui llorando a casa, por listo. Me dejó, y me dejó hundido, totalmente abatido. Tiempo después ella pensó que se había equivocado, pero yo ya no estaba para ella. Había encontrado a la mujer que hasta el día de hoy más me ha querido (madrenohaymásqueuna a parte). Compartí cuatro maravillosos años con ella, llegamos a vivir juntos durante dos, pero mi cabeza se bloqueó. Decidió que ya estaba bien de compartir vida con alguien que lo da todo por mí, con alguien que estaba dispuesta a absolutamente todo por mí... Pues mi cabeza dijo que no, que eso no era bueno. Así es la muy imbécil. Hace poco tiempo me encontré con ella. Pero fue un encuentro patético. Ibamos conduciendo los dos, y yo reconocí su Peugeot 206. Ella iba sola, yo también. En una circunstancia normal, alguno de los dos hubiera pitado, y hubiéramos parado a charlar o tomar una caña. Pero la realidad fue que me puse a su altura, y cuando advirtió mi presencia, hizo un giro evasivo que ni Kimi Raikkonnen, digno del famoso Pera. (Ex delincuente y ex perto en conducción evasiva). Vi que tras el giro paró durante unos segundos. Le perdí la pista. Así se acaba una relación. Magnífico. ¿Cómo, tras tres años y pico sin vernos, con heridas supuestamente curadas, puede una situación de este tipo darse? A mí me pasa.
Ahora, de nuevo se repite la historia. Mi cabeza ha dicho basta. Nadie hubiera dado un duro por mí cuando trataba de conquistar a esta mujer por la que 'cienes y cienes' de hombres pierden la cabeza, pero no sé cómo la engañé y fui el hombre más feliz del mundo por ello. Pero como a mi cabeza no le gustan los finales felices, pues aquí estoy escribiendo el final triste que he buscado para mi historia.
Aún así, aún con finales tristes, pienso que estas tres mujeres son de lo mejor que me ha pasado en mi vida. No he perdido el tiempo en ningún momento, lo he ganado. De ellas tengo miles de pedazos impregnados en mi cuerpo que me han ayudado a definirme poco a poco, a ser lo que soy ahora, y enseñarme lo bueno que pueda tener. Lo malo que tengo venía de serie, es cosecha propia. Pero que alguien me explique por qué hago esto, un profesional tendrá que ser, pero que me explique por qué tiro a la basura los boletos de lotería ganadores sin cobrarlos, por qué no disfruto de lo bueno que me llega y busco un no sé qué, porque no sé que busco con esto.

domingo, 10 de agosto de 2008

Prohibido prohibir


Cebos vivos 24 horas

Para cualquier emergencia, siempre viene bien tener un 24 h. al lado de casa

viernes, 13 de junio de 2008

Tengo una cita

El periodismo consiste esencialmente en decir 'lord Jones ha muerto' a gente que no sabía que lord Jones estaba vivo.

Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) Escritor británico.


Al primer amor se le quiere más, a los otros se les quiere mejor.

Antoine de Saint-Exupery (1900-1944) Escritor francés.

Sólo se ama lo que no se posee totalmente.

Marcel Proust (1871-1922) Escritor francés.


No hay beso que no sea principio de despedida; incluso el de llegada.

George Bernard Shaw (1856-1950) Escritor irlandés.


La capacidad de reír juntos es el amor.

Françoise Sagan (1935-2004) Escritora francesa.


El amor es el único deporte que no se interrumpe por falta de luz.

Noel Clarasó (1905-1985) Escritor español.


Te llaman porvenir porque no vienes nunca.

Ángel Gonzalez (1925-?) Poeta español.

El porvenir es un lugar cómodo para colocar los sueños.

Anatole France (1844-1924) Escritor francés.

No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió.

Joaquín Sabina (1949-?) Cantante y poeta.

Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol.

Martin Luther King (1929-1968) Religioso estadounidense.

La felicidad no es algo que se experimenta sino algo que se recuerda.

G. Tohre


Vosotros, los europeos, tenéis los relojes, pero nosotros tenemos el tiempo.

Proverbio africano


En un minuto hay muchos días.

William Shakespeare (1564-1616) Escritor británico.


La verdadera amistad llega cuando el silencio entre dos parece ameno.

Erasmo de Rotterdam (1469-1536) Humanista neerlandés.


El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores.

Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo y la segunda no me acuerdo.

El miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro.

En mi casa mando yo, pero mi mujer toma las decisiones.

Lo que más odio es que me pidan perdón antes de pisarme.

Mi forma de bromear es decir la verdad. Es la broma más divertida.
Woody Allen
1935-?. Actor, director y escritor estadounidense.


Yo nunca olvido una cara, pero en su caso haré una excepción.Groucho Marx
No se puede decir que la civilización no avance, en cada guerra pueden matarte de una manera distinta.

Will Rogers (1879-1935) Humorista estadounidense.


De los fumadores podemos aprender la tolerancia. Todavía no conozco uno solo que se haya quejado de los no fumadores.

Alessandro Pertini (1896-1990) Político italiano.

lunes, 2 de junio de 2008

A la atención de recursos (in)humanos

Hoy he rescatado un currículum entre varios papeles, y creo que es el momento de aclarar muchas cosas
Currículum Vitae:


Formación académica:
Licenciado en Periodismo 1997-2001
Primer curso Historia por la UNED.
Formación académica real:
Licenciado en Periodismo=4 años de salidas de marcha, de huidas de clase, de competiciones de futbolín, de amoríos, 'desamoríos'... y un poco de esfuerzo final antes de cada examen.
Primer curso de Historia por la UNED=Extramotivación repentina. Imposible compatibilizar horas de estudio con trabajo. Resultado: una asignatura (de libre elección) aprobada con buena nota y una suma importante de euros gastada en libros que se mantienen nuevos.
Experiencia profesional:
1995. Cruz Roja. Vendedor
Vendía papeletas del sorteo del oro de la Cruz Roja en el Corte Inglés de Princesa. Ese año salió premiado el número 0000. Ese año saltó un enorme escándalo que salpicaba de lleno a la cúpula que organizaba el sorteo. Empezamos bien...
1996-97. Diversos trabajos en el sector de la publicidad
Siendo sinceros, ese enunciado que queda tan de puta madre no es más que repartidor de propaganda. Repartí propaganda, (a una peseta por papeleta), en cuatro o cinco comercios. Curiosamente, todos, sin excepción, todos ellos quebraron al poco de dejarlo. Curioso pero cierto. En una tintorería, además de repartir propaganda prosperamos mi primo y yo tanto, tanto, tanto que nos encargaron labores más delicadas como era el reparto... de alfombras. Caso a parte merece la mención de las propinas en las casas más lujosas. 0%. Como represalia habitualmente abandonabamos el edificio algo resignados, pero no sin antes colocar una molesta pegatina, o en su defecto palillo incrustado, en el telefonillo de los ricos-ratas en cuestión. 0% propina era sinónimo de 100% pitido molesto constante.
1998. Revista informativa Compañía Aseguradora Llerandi y Viciana. Redacción, diseño y maquetación.
En verdad se trata de un trabajo dentro de la carrera. Un trabajo como muchos otros que nadie incluye en un currículum. Un trabajo que creo recordar ni siquiera llegamos a realizar. Tela.
1999. Catálogo infantil Mipetit. Edición en español e inglés. Edición, redacción, diseño y maquetación.
Una amiga de un compañero nos propuso realizar un catálogo para su tienda de moda infantil. No dudamos en asegurar hasta la muerte nuestro conocimiento exquisito de quarkxpress, un programa de maquetación del que ese año habíamos oido hablar por primera vez. No quedó mal del todo. Eso, si, para celebrarlo gastamos en una sola noche el 80% del dinero que recibimos por el número 1 (y último) del catálogo en cuestión.
1999. Estudios de Televisión y radio. Realización de programas piloto tanto televisivos como radiofónicos enfocados en un entorno universitario.
...Y tan enfocados, como que eran las prácticas de la carrera.
2000. Parque de Atracciones Six Flags America. Maryland. EEUU. Trabajo en departamento de RR.HH.
En realidad se trataba de beber durante dos meses seguidos, conocer gente de medio mundo y pasar el mejor verano de mi vida, mientras por el día trabajaba, no de Piolín, pero casi, en un parque de atracciones monstruoso, donde me encargaba de gestionar (vestido con bermudas y riñonera transparente para que supieran que no robaba ni un dólar) algunas atracciones, o servir cerveza, tratando de entender, de vez en cuando, alguna frase seguida en inglés.
2000. El Rotativo. Revista universitaria. Diversas publicaciones de artículos periodísticos.
Publiqué uno. Obligado para aprobar la asignatura. Es el periódico de mi universidad, y aproveché que ya colaboraba en un periódico, para clavar íntegra una entrevista a Casillas.
2000. Periódico Sur Madrid. Redactor jefe. 60.000 ejemplares de tirada semanal.
Redactor jefe, sí, que pasa, eso ponía en el staff. El caso es que me resultaba raro que luego en mi nómina apareciera en la categoría: 'auxiliar administrativo'. Yo me hacía el loco, porque era redactor jefe. Porque me daba reparo firmar todo lo que escribía para que no apareciera sólo mi nombre a lo largo de todo el periódico, porque el dueño cabrón nos quería echar a la calle en agosto sin aviso previo para no pagarnos el mes de verano, porque yo fui el único que me negué a firmar esa baja veraniega, porque fui el único que le amenazó con denunciarle, porque fui al único al que le llegaron a decir que volviera tres años después para ver si el panorama periodístico estaba mejor o peor fuera de ahí, y porque tres años después no volví, pero en mi interior le daba la razón a ese cabrón. Si, redactor jefe, ¡qué pasa!.
2002. Seguros Órbita. Consultor comercial
Vendía seguros de vida, enfermedad y accidente por las obras. Me colaba en ellas, me echaban de mala manera los encargados, engañaba, sin ser consciente del todo a los pobres obreros y les hacía gastarse el dinero en algo que más tarde descubrí que era una enorme trola bien montada. Y todo esto... de traje. Si, si, de traje por las obras de Madrid vendiendo mierdas, y cobrando en función de lo que vendiera, y haciendo el perro en horario laboral en todos los Carrefours posibles jugando a las consolas, y falseando hojas de seguros para poder cobrar un poco al mes, y explicando a los obreros que estaban equivocados, que no, que aunque fuera de traje no ganaba más de 400 euros... un mes bueno. Flipante. Un año y pico así. Flipante.
2003. Toldos Imelsa. Coordinador empresa líder en el sector.
El peor trabajo de mi vida, y lo que es peor, un trabajo donde me metí porque el dueño era íntimo de mi padre. Un trabajo donde entré y estaba llamado a ser el gerente en poco tiempo. Si, yo "tenía carrera y tó", me decían algunos empleados. Un trabajo donde mi primer día merece un capítulo a parte que narraré con todo detalle. No tiene desperdicio. Un trabajo donde duré dos semanas, un trabajo donde sentí que había tocado fondo. Entonces me llamó otra empresa...
2003. Ferrovial Servicios. Departamento de administración y contabilidad.
Si, si, yo, el que aún cuenta con los dedos, el mismo, metido a administrativo contable. Metido en una empresa de raros, con carnet de raros. En una empresa de gente gris que no me dirigía la palabra, que no me explicaba el trabajo, en una empresa que me enseñó a odiar los domingos, vísperas de comienzo de semana, una empresa, donde poco a poco, muy poco a poco, muy, muy muy poco a poco me fui ganando la confianza de los grises (como el Lute), una empresa donde aprendí a valorar de verdad a la gente que te alegra el día con una tontería, con una mirada o una sonrisa. Aprendí a valorar el color por encima del gris, algo que allí brilló por su ausencia.
2005-actualidad. Diario Qué!
En mi decimocuarta entrevista de trabajo antes de conseguir entrar llegué a decir que el sueldo no me importaba. Error. Me guiaba la desesperación. Ahora, después de todo lo narrado arriba, hasta hago entrevistas de trabajo. Ahora miro atrás y no me quejo. Ahora, de momento, aprecio el color, ahora puedo reír sin miedo.

martes, 27 de mayo de 2008

Llamada perdida

Aún no había dicho nada a nadie. He querido saborear la experiencia durante unos días, pero no puedo más, fue demasiado fuerte para guardarlo tanto tiempo. Ocurrió hace una semana. Fue un martes, un día gris, lluvioso. Un día en el que extrañamente me desperté muy temprano, raro en mí, pero salté de la cama como un resorte, como movido por una intensa sensación interna que me obligaba a actuar. Me metí rápido en la ducha, dando saltos, casi corriendo, cantando y con movimientos excesivamente rápidos, como si hubiera presionado en mi mando el botón de avance rápido, el de 'ffcue x2'. Me vestí y salí de casa. No tenía un destino fijo en la cabeza, me movía como un robot programado, sabiendo que tenía que actuar siguiendo unos parámetros, pero sin posibilidad de pararme a pensar, sin análisis posible. Alrededor de las siete de la mañana ya estaba sentado en el vagón del metro. Entonces, y entre las caras dormidas de la gente, entre empujones, malos modos, y malos olores de primera hora de la mañana, apareció ella. Dos ojos se clavaron en los míos entre la gente, dos ojos profundos, llenos de paz, que me miraban confiados, que querían decirme algo, dos ojos que hablaban conmigo entre la maraña de gente. Dos paradas después, el vagón se despejó, pero los ojos de esa misteriosa mujer seguían conmigo. Sabía que querían contarme algo. Entonces desapareció de repente, perdí su pista por un instante, y cuando quise darme cuenta ella estaba fuera. Había bajado, traté de reaccionar, pero las puertas ya se cerraban y ella quedaba fuera mirándome fijamente. El agudo pitido anunciaba la inminente puesta marcha del metro que me alejaba de ella. Y así fue, comencé a alejarme mirando hacia atrás, hacia unos ojos que me decían que fuera hacia ella de nuevo, y así traté de hacerlo. Instintivamente apreté el botón de parada de emergencia. El resto del vagón me miraba con ojos incrédulos mientras el estruendo y el repentino frenazo les movía de su letargo matutino. Yo caí al suelo, no estaba agarrado a ninguna barra, permanecía de pie, como ido, con la mano en el botón de emergencia. Me levanté, abrí de forma brusca la puerta y bajé. Pero, ¿qué estaba haciendo? estaba en medio de un túnel andando hacia atrás después de accionar un mecanismo de emergencia, en busca de unos ojos que me habían mirado. Pero, cómo explicar eso a nadie, imposible, debía escapar de ahí lo antes posible. Comencé a correr a través del oscuro túnel, y según me acercaba a la luz que anunciaba la parada que había dejado atrás, pude observar la silueta de dos guardas de seguridad que esperaban mi llegada y mis explicaciones. Entonces torcí a la derecha, cogí un oscuro atajo, una salida inesperada a cientos de metros bajo tierra, y seguí corriendo. Estaba todo oscuro, pero yo iba sin control, corría como si se fuese a terminar el mundo, sin miedo a tropezar, sin miedo a caer. Pasé a través de una antigua estación, ahora abandonada, una estación que me distrajo de mi enajenación durante un segundo y me trasladó a otra época. Parecía como si no hubiese pasado el tiempo por ella, permanecían los mismos anuncio de antaño, los mismos carteles, las mismas advertencias que avisaban de inminentes bombardeos, era una estación-refugio, era una estación perdida en el tiempo habitada por varios vagabundos que seguían ahí, que ni repararon en mi presencia. Tras bajar la intensidad de mi carrera, retomé el galope, seguí corriendo por el tiempo y encontré una inesperada salida, una salida de emergencia en medio de la nada. Trepé por una pequeña escalinata vertical y alcancé la compuerta que daba a la calle. Salí, manchado y jadeante al exterior, y los primeros ojos que vi fueron los de ella. Me miraban a lo lejos mientras doblaban la esquina. Haciendo caso omiso al resto de miradas de extrañeza, al resto de comentarios de advertencia de los viandantes, crucé la calle. Sin mirar, sin sentido del peligro, corriendo hacia ella que se perdía ya al final de la calle. Estaba atrapado, fuera de mi, pero siguiendo una estela mágica, tratando de alcanzarla. Pude ver cómo subía a un autobús, cómo subía a un autobús que cerró sus puertas antes de poder alcanzarlo, un autobús al que debía llegar. Fue cuando opté por hacer algo que nunca había hecho, que sólo había visto en las películas. Le empujé, no sé quién era, pero le empujé sin mediar palabra. Su moto cayó al suelo con él, pero la recogí y la arranqué. Parecía como si hubiese pilotado esa motocicleta toda la vida, sabía exactamente cómo arrancarla y salir derrapando, mientras su dueño sólo podía gritar al fondo. Ese autobús ya estaba lejos, traté de alcanzarlo a toda velocidad, nunca había visto un autobús tan rápido, tan veloz por la autopista. Creo que en total debió pasar una hora de intensa persecución, no recuerdo bien, pero pude seguir su estela. El recorrido que habíamos seguido me había desconcertado un poco, ya que sólo había dado una vuelta a la ciudad, hasta que ella bajó casi en el mismo punto donde había comenzado. Sentía la necesidad de decirle algo, de preguntarle porqué me necesitaba, porqué había conseguido atraerme de esa manera, quería saber quién era esa mujer de mirada profunda. Dejé la moto apoyada en el suelo y volví a correr. Corrí hasta un inmenso edificio donde ella entró. Corrí, entré, no hice caso al portero que me preguntaba dónde iba, simplemente subí empapado en sudor. Ella subió en ascensor, subió hasta la última planta, pude verlo en el panel electrónico del ascensor, y pude ver cómo el resto de ascensores también estaban lejos de la planta baja, por lo que decidí subir corriendo. Tenía fuerzas, no sentía cansancio alguno, y subí piso a piso las doce plantas del edificio hasta llegar allí. Subí tanto que incluso me pasé una planta, y llegué a la azotea donde pude apreciar la inmensidad de la ciudad. Miré hacia abajo y observé cómo varios policías entraban, creo que iban buscándome. Había hecho parar un vagón del metro, había huido por las galerías oscuras del suburbano, sabían que había robado un vehículo y que había entrado en un edificio controlado por un portero que había avisado de mi presencia. Llovía a mares. Una lluvia intensa que se mezclaba con mi sudor, pero nada importaba, yo tenía que terminar con mi misión. Debía saber quién era ella, qué quería de mí. De repente la puerta de acceso a la azotea se abrió de un fuerte golpe, estaba perdido, acorralado y sin salida, me habían pillado. Cómo explicarle a mis padres todo lo ocurrido desde la comisaría. Imposible, debía seguir en mi huida hacia nosé donde, en mi huida hacia ella. Entonces salté. Salté sin mirar donde podía caer. Según avanzaba el salto, mi campo de visión pudo ver un pequeño tejadillo a doce pisos de altura donde caí. Resbalé y quedé colgado de una ventana. Colgado sobre cientos de diminutos coches que esperaban mi caida inminente, colgado hasta que ella apareció para abrir esa ventana y dejarme entrar en su habitación. Trepé como pude hasta que quedé a salvo de todo peligro vertical, hasta que pude ponerme en pie en esa habitación y mirarla a la cara. Ella sonreía, no decía nada, sabía que todo aquello era normal, no le extrañó nada, no dijo nada, no preguntó nada, no gritó. Quedé frente a ella y le pregunté ¿quién eres?. Entonces comenzó a sonar una canción inesperada, no recuerdo cual, pero no entendía nada, no sabía cómo podía meterse esa música espontánea en mi cabeza, sin motivo, sin que ella ni yo lo pidiéramos.
Era la radio de mi habitación. Entonces desperté.
Desperté empapado en el mismo sudor que me acompañó todo el sueño. Me duché, comí y me fui al trabajo junto a una muy real triste sensación que me acompañó todo el día.
Sin saber de ella, sin saber porqué.

domingo, 25 de mayo de 2008

De noches contra el día

Es el mejor momento para pensar. Es cuando las ideas toman forma, cuando más aislado de la contaminación social te encuentras. Es sin duda el lugar donde encuentro la paz, la armonía, donde mis ilusiones arrancan y mis sensaciones toman forma.
Solo ante mi, solo ante la inmensidad lunar. Es el rincón donde cometer los mejores pecados, es el gustoso pecado de meterse en el rincón donde se fabrican los sueños. He de reconocer que me encanta, me vuelve loco quedar conmigo de noche y presentarme puntual. Cualquier pretexto es bueno, lo hago casi a diario si mi trabajo me lo permite, acudo a mi cita y me pongo a pensar, leer o ilusionarme conmigo. Siempre lo he hecho, desde pequeño. Me encantaba quedarme solo de noche, en mi habitación, en mi soledad a charlar un poco con mi revolución de pensamientos, con un panorama inventado, junto a la mujer de mis sueños, yo la moldeaba a mi antojo, junto a los amigos que elegía, en un país lejano que yo acercaba, infinito de sensaciones, en el momento donde mejor saben las ideas, donde mejor huelen los aromas, donde mejor saben los cigarros, donde mejor entiendes las canciones, donde mejor recuerdas los recuerdos, donde puedo vivir libre, y en un constante un 'no quiero volver a mi realidad'.
Aún lo hago, en grado menor, pero lo hago. Me encuentro a mi mismo con nocturnidad y premeditación, incluso con alevosía, a la hora en la que todos duermen, a la hora donde sólo estoy yo, a la hora donde sólo estoy solo. Y pienso y divago, y escribo y reescribo, para volver a inventar y reinventar, hasta que el sueño me vence, y sigo soñando.
Hasta ahí llega mi relación con ella, furtiva, clandestina, pero pasional. Luego llega él, sin enterarme, sin poder saborear mi fantástica irrealidad, llega con sus rayos, con su agresivo aspecto, sin dejar que le mires. Llega para romper la magia, llega para estropearlo todo y devolverte a la realidad, junto a la actividad espídica de la ciudad, de sus habitantes recién levantados que acuden rabiosos a sus puestos de trabajo. Y yo tardo en volver, en analizar mi pasado perfecto para adentrarme en mi presente simple. Lo conjugo como puedo y vuelvo a esperar que llegue mi cita con ella y conmigo. Los tres solos. Fantástico.

sábado, 17 de mayo de 2008

Kennedy vive

22 noviembre de 1963:
A las 13.00 CST (19:00 UTC), el equipo médico del Parkland Hospital declara oficialmente la muerte del presidente Kennedy, con parada cardiaca y habiéndosele suministrado la extremaunción "No tuvimos nunca una esperanza de salvar su vida", declararon los médicos. La muerte de Kennedy fue oficialmente anunciada más tarde, a la 13.38 CST (19.38 UTC).




6 diciembre de 2004.
Aeropuerto de Venecia

lunes, 12 de mayo de 2008

Habitación sin ventanas

Mi trabajo consiste en acercar las noticias a los lectores, facilitarles la información, ponérsela en bandeja para que sólo tengan que estirar el brazo por la mañana y de un golpe de vista enterarse de la actualidad nacional e internacional. Si, trabajo en un periódico. Evidentemente no es esa mi función básica cada día, no soy yo quien selecciona los temas durante la mayor parte del día, pero sí hay algo de verdad en eso por la noche. Se puede decir que desde el momento que el último jefe sale por la puerta, el periódico queda 'en mis manos'. Las altas esferas han depositado su confianza en mí para que desde una hora determinada hasta que cerramos la puerta y apagamos la última luz, quede yo al frente de la nave. Mi trabajo es de las pocas cosas en la vida que me tomo en serio, trato de darlo todo cada día mientras estoy currando, hago miles de horas extras (por supuesto no remuneradas), con tal de que todo salga lo mejor posible. En ocasiones es realmente estresante, pero ya nado cómodo en esas aguas, no me supera el estrés, creo que de alguna manera he aprendido a controlarlo, pero a partir de eso, nada más, sólo me queda reconocer mis enormes limitaciones. No soy una persona ilustrada, no tengo una gran cultura y poco a poco adquiero una experiencia aún por explorar, aunque me alivia un poco darme cuenta cada día que no soy el único ahí dentro. Me alivia a la vez que me desanima. A pesar de eso, con mis dos cojones, oso valorar un golpe de estado al otro lado del mundo, unas elecciones primarias en EEUU, le doy más o menos espacio a un artículo a base de contar muertos y heridos, decido si una muerte por violencia de género es más grave que otra, si la gente debe apreciar una foto u otra, o si incluyo o no que una antorcha olímpica se apaga en su recorrido sin preguntarme los porqués.
A pesar de todo eso, decido. Decido incluir una noticia, valorar al alza o a la baja otras ya discutidas durante el día, darle más o menos espacio a nuevas informaciones, y retirar planchas, o incluso parar máquinas si es necesario. Es una labor extraña. Una labor algo solitaria, ya que nadie a la mañana siguiente va a pararse a pensar si has acertado incluyendo algo o dándole peso informativo. Nadie va a pararse a pensar en ello, a no ser que no lo hayas hecho. Siempre he pensado que la labor de mi sección es como la de un árbitro; si lo hace bien, nadie habla de él, si la caga, le apalean. Por eso es algo ingrato, y por eso nunca busco un reconocimiento más allá del mío propio. Normalmente valoro yo mismo mi actuación en el día, y llego a casa más o menos contento con lo que he hecho, pero sin un referente en el que apoyarme y que me ayude a mejorar. Es extraño.
El mundo informativo es apasionante, pero a la vez, a mi parecer, tremendamente limitado. Limitado por nosotros mismos. Cada esquina esconde una noticia, cada persona, una historia que contar, pero, a pesar de lo aparentemente ilimitado del asunto, siempre tratamos de coincidir todos. Valoramos las noticias dependiendo del valor que tenga en el resto de medios, nos surtimos de noticias a base de las mismas agencias de noticias, cada día son noticia los mismos asuntos en informativos, periódicos o radios, tratados de una u otra manera, pero los mismos asuntos... no puede ser que todos coincidamos en lo mismo. No es lógico, desde luego. Demasiada casualidad. Incluso proponer un tema novedoso se convierte en ocasiones en delito o motivo de mofa si no está reflejado en las webs de la competencia, si no se refiere a un informe reciente distribuido a todos los medios. Triste pero cierto.
A veces pienso que es como estar en una habitación sin ventanas, en la que cada cierto tiempo te pasan una hoja por debajo de la puerta para contarte lo que está pasando fuera. Y, eso es lo que contamos al público. Creo, quizá debido a las limitaciones que comentaba antes, que el medio en el que trabajo trata de ser imparcial, no mojarse en asuntos políticos en exceso, simplemente intenta transmitir las noticias como son...
...Pero, ¿cómo son?. ¿Quién nos pasa la nota por debajo de la puerta?.

martes, 29 de abril de 2008

Curro en llamas

El terreno costó dos millones de pesetas. Es lo que pagó por una finca grande a las afueras de Madrid hace treinta años. No había apenas nada construido alrededor, pero mi padre lo compró. Se hizo propietario de un terreno en medio de la nada para, poco a poco, ir levantando un chalet con jardín y piscina en el que mis padres, mi hermana y yo vivimos muchos años. Mis padres aún siguen viviendo ahí, y con sus hijos independizados, es realmente una casa muy grande para ellos, pero es su casa, construida con el sudor de su frente, y nunca mejor dicho. Tengo vagos recuerdos de los inicios, pero conservo en la memoria una casa a medio construir perpetuo. El esqueleto de pisos en vertical y nada más, un mundo por hacer... Y mi padre se empeñó en hacer él solo ese mundo. Instalación eléctrica, fontanería, muebles de madera, pladur, moquetas, puertas, ventanas, dobles ventanas, aparcamiento, hormigón, mucho hormigón, camiones de tierra para nivelar el terreno carretilla a carretilla, un depósito de agua externo, sistemas de riego, canalización externa del agua de lluvia, foso para reparar coches, bodega, barbacoa... y un sistema de caldera que sólo sabe utilizar una persona en el mundo... mi padre, el mismo que con sus manos ha ido construyendo durante años esa gran casa, ese hogar que Curro quiso echar a perder en una sola tarde.
Al principio era una casa en eterna construcción a la que íbamos sólo los fines de semana. Pero cuando el ambicioso proyecto de mi padre ya tomaba forma, era más que habitable y ya había finalizado lo más duro, llegó Curro.
Ocurrió un sábado. El único día en años en el que mi padre no estaba trabajando cual obrero loco, uno de los pocos días que su ausencia permitía no escuchar su frase favorita..."mejor hacerlo uno solo que llamar a chapuzas. Ya no quedan profesionales en este país" -claro, y por eso te construyes un chalet tú sólo, pensaba yo-. Ese día tuvo que irse de viaje por trabajo. Había ido al norte, no recuerdo donde, pero, como no, volvería de noche a casa, a pesar de la paliza que suponía, para madrugar y ponerse manos a la obra en su faraónico proyecto ya encaminado.
Esa tarde yo estaba merendando y, aburrido, fui con mi bocata a la sala de estar a ver un rato la tele, una tele muy antigua, SABA era la marca, de las que sólo tenían ocho canales de botones ruidosos. La encendí mientras comía mi bocadillo, y me puse a verla sin demasiado interés a apenas medio metro de distancia, para evitar hacer mucho esfuerzo si tuviera que cambiar de canal. Entonces apareció él. Curro entró en nuestras vidas. Me puse a ver un concurso, creo que de Telemadrid en sus inicios, presentado por un tal Curro, un tipo raro, bastante característico, que leía las preguntas con bastante ánimo forzado, como si desde la dirección del programa le hubieran dicho que diera más ritmo, que fuera más animado. Pues bien, supongo que Curro se hartó de hacer el papel forzado de simpaticote, y no pudo más. No tenía ilusión y explotó. Fue en ese instante cuando el viejo televisor se unió a Curro. A su manera también explotó. Plashhh! Un sonido hueco fue el preludio de lo que iba a llegar. La imagen desapareció del televisor durante cinco segundos, el mismo tiempo que tardó una pequeña llama en salir por la parte superior de la tele. Mi bocata y yo no dábamos crédito. Quedé paralizado un rato observando la llama, como si de unos anuncios interactivos se trataran, hasta que reaccioné. Con pasmosa tranquilidad salí al jardín donde mi madre leía un libro. Aún no sé porqué, pero en el momento antes de decirlo se instaló en mi boca una absurda media sonrisa que quitó credibildad al asunto. "Mamá, la tele está ardiendo". Mi madre rió un segundo y luego preguntó si era cierto. "Si, mira ven" respondí. Entramos de nuevo al antiguo cuarto de estar, y digo antiguo porque ya no era el cuarto de estar de hace dos minutos. En ese mínimo espacio de tiempo las llamas se habían propagado de forma espídica. La cortina ardía, la ventana se había rajado del calor, y la mesa de madera era el siguiente objetivo. Fue entonces cuando mi madre corrió hacia Curro, se adentró entre las llamaradas y desenchufó el televisor. Yo le gritaba que saliera, y así lo hizo de inmediato. Qué mezcla de locura, riesgo, lucidez y valentía demostró, ¡igualita que mi bocata en mano y yo!. Gritó a mi hermana, que estaba en el piso de arriba, pidiéndole que bajara un extintor. Mi hermana no tardó en bajarlo, pero algo falló. Trataron de ponerlo en funcionamiento tirando del pomo hacia arriba, pero fue imposible. Yo también lo intenté sin éxito (horas más tarde descubrimos que sólo había que darle un fuerte golpe hacia abajo). Estábamos perdidos. Entonces recordé que el parque de bomberos se encontraba a apenas 500 metros de nuestra casa, y sin mediar palabra eché a correr. Conocía un atajo, pero era arriesgado. Un pequeño callejón comunicaba casi directamente con la finca de los bomberos, pero había un problema, un perro. Un fiero dogo que no dejaba acercarse a su territorio, antes daba la vida, y andaba suelto. He de reconocer que más suelto... del estómago andaba yo pensando en su mordisco y preferí dar toda la vuelta antes que quedar atrapado en su mandíbula mientras mi casa ardía. Corrí rápido, muy rápido. Recuerdo que en la carrera unos chicos se quedaron mirando mi cara de pánico. No sé, no tiene ninguna relevancia, pero lo recuerdo. Llegué a la zona de 'recepción bomberil' y comenté lo sucedido. Creo que en un principio no me creyeron hasta que señalé la dirección de mi casa con el dedo y observamos un gigantesco bloque de humo negro que emanaba de la chimenea de mi casa. Tardaron bastante en ponerse en funcionamiento, para que negarlo, pero al fin activaron su campana de emergencias, me subieron al enorme coche de bomberos y nos pusimos rumbo al infierno. En la curva de izquierdas anterior a mi calle tuvimos un incidente. Una mujer en bicicleta casi se empotra contra nosotros, bajaba sin control en una BH antigua y su falta de pericia sobre las dos ruedas casi le costó un disgusto. Pero el camión dio un giro brusco y la evitó. Al volver la vista hacia ella reconocí a mi madre. ¡Ay mi madre!.
El camión aparcó y los bomberos comenzaron a hacer su trabajo. Apagaron el fuego en unos quince minutos, pero me impresionó la fuerza del fuego. En ese pequeño espacio de tiempo casi había acabado con todo. Tres pisos negros, completamente negros. Comidos por el humo. Y encharcados por los bomberos. Pasada una hora los bomberos se fueron.
Allí quedamos los tres junto a un proyecto de hogar que volvía a quedar sólo en proyecto. Curro nos había quemado la casa, y a mi padre sus ilusiones. Y aún no sabía nada.
Cuando llegó, y con los ánimos más calmados, le recibimos con una sonrisa en la puerta.
En dos minutos mi padre echó más humo del que había echado la casa durante toda la tarde. Se lamentó de no haber podido estar en ese momento. Él y todos sabíamos que de haber sido así hubiera apagado el fuego en décimas de segundo, pero ya no importaba.
A la mañana siguiente, muy temprano, mi padre volvió a empezar de cero.
Yo, medio despierto, medio dormido, sonreí al escuchar su voz:
"mejor hacerlo uno solo, aunque sea con los dientes. Ya no quedan profesionales en este país".

miércoles, 9 de abril de 2008

Sueños húmedos

Estaba a punto de reventar mi vejiga, no podía más, me meaba vivo, no podía esperar... hasta que de pronto acudí veloz, casi sin saber cómo al water más cercano. Ya estaba allí, a salvo. Me desabrochaba rápido el pantalón y comenzaba a evacuar todo el líquido acumulado. Qué sensación más placentera, gusto, gusto y más gusto infinito... que se torna en angustia en una milésima de segundo...¡Mierda, mierda, mierda, joder...! Me he vuelto a mear en la cama!!
Así pasé gran parte de mi infancia. No se puede decir que fuera un chaval evolucionado en ese aspecto. No recuerdo con exactitud la edad en la que dejé de hacerlo, pero era ya bastante avanzada. Al principio es algo normal, todos los niños se hacen pis en la cama. Es algo que no pueden controlar, no se les puede culpar, es un acto inconsciente, pero entiendo que algo molesto para una madre que tiene que cambiar las sábanas casi a diario. Mi abuela es viuda hace muchos años, nunca conocí a mi abuelo. Murió pocos meses antes de nacer yo. Es por eso por lo que habitualmente dormía a su lado cada vez que me quedaba en su casa... "¡Guarro, te has meado!", es una frase salida de su boca que recuerdo como habitual en esa época. La situación se tornaba dantesca. Ya entrada la madrugada, mi abuela cambiando las sábanas y yo de pie, en un lado, con cara avergonzada. Al día siguiente nadie comentaba nada, nunca me decían nada, lo cual no facilitaba las cosas. No normalizaban el hecho, ni tan siquiera se citaba, ni se hacía una broma, y era algo que me angustiaba aún más y me hacía sentirme más avergonzado la siguiente vez que ocurría. Yo intentaba no pensarlo demasiado, no fustigarme con ese problemilla, pero lo cierto es que incluso hubo noches que intenté pasarlas despierto para que no llegara el susto en forma de charco. Pero ¡zas!, en cuanto me despistaba, ahí estaba mi pesadilla amarilla despertando de golpe a mis placenteros sueños.
Poco a poco mi organismo fue entendiendo que había que cambiar la situación. Él solito se fue dando cuenta del error, y la frecuencia del derrame de líquidos nocturno fue normalizándose. Cada vez me pasaba menos, menos y menos, hasta que por fin dejé de mearme encima. Ya estaba bien, ya era suficiente. Por fin, como en las consolas, había pasado a la siguiente fase. Fase 2, ya no eres un meón.
Ya llevaba mucho tiempo en esa fase cuando, uno de mis primos me invitó a pasar con él y con mis tíos un fin de semana en la sierra. Una casa enorme, con miles de posibilidades para la diversión. No podía negarme. Pasaron a recogerme y allí nos plantamos. "Deja aquí tus cosas, dormimos en el cuarto de mis hermanas que hay dos camas". Cuando llegó la noche y nos dispusimos a dormir, mi primo me cambió la cama que me había ofrecido en un principio. "No, mejor duerme tú en ésta que esa es la de mi hermana pequeña que aún se hace pis en la cama y tiene un plástico debajo, duerme en ésta que no tiene plástico y dormirás más a gusto. Todo un detalle que correspondí con un "vale".
Pasadas unas horas mi vejiga me pidió, por favor eso sí, una evacuación inmediata, pero con calma, y sin problemas, llegué medio dormido al baño de mi casa. Ya estaba en él sintiendo la descarga, la paz, la total felicidad del momento, cuando caí en la cuenta de que no debería estar ahí. "Pero, ¿qué hago yo en mi cuarto de baño si estoy en la sierra...? Nooooooo!!!, me estaba meando encima otra vez. ¡Game over!, vuelta a la fase uno. Eché una meada de campeonato en la cama de mi prima, sí, sí, en la cama que no tenía protección antimeadores, al mismo tiempo que mi primo dormía plácidamente sobre un plástico protector. Sólo acerté a echarme a un lado para no pasar el resto de noche empapado en mi propio pis, y traté de dormir con permiso de mi angustia...
También volvió. De nuevo ese silencio mortal por la mañana. Durante el desayuno no levanté la cara del plato, sabía que mi tía había visto mi gran obra y lo había comentado. Sabía que mis tíos, mi primo, mis primas y posiblemente los vecinos ya lo sabían, pero nadie dijo nada. Tras pasar por ese trago, y al volver a la normalidad de mi vida en Madrid, retorné a la fase dos sin problemas.
Doce años, trece años, catorce años, quince años... es el tiempo aproximado que habrá pasado desde entonces, desde que me meé por última vez, desde que me construí un chalecito en la fase dos para vivir en él el resto de mi existencia. Tiene su gracia recordar estas situaciones tantos años después.
Ha sido esta misma mañana cuando me han venido a la memoria estas épocas pasadas... por agua amarilla. Las he recordado con una sonrisa nada más despertarme, porque aún recordaba claramente el sueño que acababa de tener. Era muy parecido al que tenía entonces, pero algo más elaborado. Soñaba con un water público laberíntico, si, si, lleno de pasadizos con más wateres, vacíos, y mirara donde mirara había wáteres. En mi sueño decidí que con tanto wáter, qué mejor que cometer un acto de rebeldía y mear allá donde no hubiera wáter. Y eso hice, mear hacia arriba, con un chorro altísimo que caía entre dos wáteres, y encharcaba todo el suelo. Hay que ser cabrón, cientos y cientos de wáteres y yo meando fuera. Alto y fuera. Un antisistema. En fin, un sueño absurdo que hubiera tenido mucho peligro si no me encontrara viviendo en la fase dos desde hace tantos años. Pero... el caso es que aún así he notado gusto a la hora de desahogarme en el sueño. Es extraño, pero lo he notado. Parecía como si estuviera meando de verdad, curioso. Parecía que estaba allí, en ese baño público surrealista quedandome agustito. Pero no.
Pero no...¡¡pollas en vinagre!!
Más bien, pero sí!!
Hoy he cumplido 29 años.
Hoy, ¡me he meado!

lunes, 7 de abril de 2008

Cartel anti carteles


Ojo al cartel. Se prohibe fijar carteles... (como este).

miércoles, 2 de abril de 2008

Calle del miedo

Ha pasado un año. No recuerdo la fecha exacta, pero sé que ocurrió el mes de abril del año pasado. No llevaba más que dos meses en mi nueva casa de alquiler cuando uno de mis compañeros de piso decidió organizar una fiesta. Una fiesta que hubiera pasado con más pena que gloria si no hubiera sido por su desenlace inesperado. Ocurrió ya de madrugada, alrededor de las cuatro, en un momento en el que, ya sin alcohol, y ya sin tabaco, decidimos movernos todos a un bar. Fueron bajando por grupos y desapareciendo poco a poco las alrededor de treinta personas que vinieron al festejo. Quedamos cuatro rezagados que bajamos entre risas y gracias dispuestos a seguir de fiesta en otro lugar. No nos decidíamos si ir con el resto del grupo o desmarcarnos a otra zona, cuando, apoyados enfrente del portal recibimos una inesperada visita. Dos chavales, de unos 20 años, de estética semi-bakala-chandalera-macarra, nos pidieron dos cigarros, no de muy buenas maneras. Ninguno de nosotros tenía, y eso que tres de los cuatro fumamos, pero no teníamos. Varios insultos después, comenzaron a alejarse. Uno de mis amigos hizo un gesto burlón sacado de una película, (¿'te enseñan esto en la C.I.A?), un gesto absurdo y sin ánimo de nada más que de echarnos unas risas a costa de la inesperada visita. Pero dio la casualidad de que volvían hacia nosotros con ganas de más. Que mejor motivo para ellos que encontrar a su vuelta un gesto ofensivo. Ya tenían pretexto para la amenaza fácil, para los empujones y patadas voladoras cercanas. Mi ánimo apaciguador sólo sirvió para que uno de ellos me mostrara su puño, cargado de sellos de oro, a un milímetro de mi cara. Y fue entonces cuando tras tanta provocación, uno de mis amigos no pudo contenerse más. Cogió a uno de ellos de la solapa y lo tiró contra el suelo, comenzó a golpearle hasta que el chaval le enganchó el dedo gordo. Comenzó a mordérselo con todas sus fuerzas con ganas de arrancarlo. Lo más rápido hubiera sido darle una patada en la cara para que soltara, pero no, yo traté de abrirle la boca con las dos manos, como en un cómic, y finalmente conseguimos soltarlo. Mientras, el otro provocador había sido detenido antes de llegar a nosotros por otro de mis amigos, que tiró de hemeroteca (clases de boxeo, miles de movidas en su etapa Punk y Sharp...) para repartirle todo tipo de golpes directos a la cara, que encajó uno tras otro. No contento con eso, mi colega vino a por el 'muerdededos' y le tumbó de un directo. Huyeron a la carrera. Por dos veces. Por dos veces porque se envalentonaron y volvieron, pero al ver al repartidor con ganas de más, volvieron a huir y esta vez del todo. Mi amigo Tyson no dudó en despedir su huida con un 'ahora todo esto se lo contáis a vuestra mamá'. Final de la batalla. Yo estaba bastante nervioso. No soy capaz de reaccionar de forma violenta. Creo que soy incapaz de agredir porque sí. Trato de evitar la pelea, trato de separar sus dientes de su boca, les invito a irse, pero no llego a más. No sé porqué, seré un cobarde, pero la violencia me altera mucho, me supera. No nos movimos del sitio en diez minutos, debatiendo si debíamos ir a urgencias a que miraran el dedo mordisqueado de mi amigo, mientras él insistía en seguir de fiesta. Cuando decidimos movernos, de nuevo nos separamos. Tyson por un lado, y los otros tres por otro, pero... Sorpresón de última hora: coche derrapando a nuestra altura. Macarra 'con carnet de macarra', fuera de sí, y con más macarras en el coche, gritando que quién había pegado a sus colegas. Buscaban vengaza desde luego, no había que ser un ilustrado para darse cuenta. Instintivamente salimos corriendo calle arriba, doblamos la esquina, y volvimos a doblar otra esquina. Pero no sirvió de nada, había dado media vuelta y a toda velocidad nos perseguía en dirección contraria, derrape tras derrape. Miedo. No se puede describir de otra forma la situación. Casi pánico por lo que te espera si te pillan, por estar huyendo de un enemigo invisible al que no has visto apenas pero que sabes que está dispuesto a todo, un enemigo cargado de ira. Dos de mis amigos optaron, con el coche pisandonos los talones por meterse bajo tierra a través de la rampa de bajada de un parking 24 horas vigilado, mientras que yo, sin tiempo para seguirles, tuve que continuar corriendo por la calle, hasta que decidí esconderme entre dos coches. Absurdo. De repente paro de correr y decido esconderme. Si me pillan me matan doblemente, por venganza y por gilipollas. El caso es que mis dos colegas se encontraron al vigilante del parking, que les echó instintivamente, e instintivamente también ellos huyeron por la rampa de subida. Yo, escondido como una rata (aunque se me viera absolutamente todo el cuerpo sobresalido), escuché el coche acelerar y ponerse a mi altura... pero pasó de largo. Había visto a mis amigos salir por la otra zona y les perseguía a ellos. Yo, muy muy asustado, llamé a la policía. No sabía qué hacer. Creo que llamé tres veces seguidas. Me contestó una voz de mujer, en un momento de urgencia, que sólo quería saber todos mis datos, coño, que es una urgencia joder, da el puto aviso rápido, o venid y luego me preguntáis que marca de calzoncillos uso si queréis... En fin, A los pocos minutos me armé de valor y volví hacia atrás. Intenté llegar a la 'zona 0', donde todo había empezado. Pero a mitad de camino me encontré a mi amigo desorientado y con la cara ensangrentada. Le habían pillado a él y habían volcado toda su ira con barras de madera, patadas y golpes de todos los tipos entre tres o cuatro locos. Nunca olvidaré cómo describió la persecución. Se separó de mi otro amigo y comenzó a correr a través de un parque para llegar al portal. Oía a los tipos detrás, podía sentir como corrían varios tras él, al mismo tiempo que trataba de encontrar las llaves de casa. Cuando por fin llegó, abrió la puerta temblando, e intentó cerrarla, pero un brazo apareció e impidió que cerrara, como en una película, igual. Ahí entendió que todo estaba perdido. Sólo pudo escuchar a uno decir, déjalo que lo matamos. Ya en urgencias, el ánimo de mi amigo era digno de admiración. Una de las enfermeras al verle entrar le preguntó que qué había pasado, él contestó que poca cosa, pero que ya que estaba ahí le miraran más que nada el pelo, "que ultimamente lo tengo muy graso". Un 'crack'. A tres de nosotros no nos había ocurrido nada, bueno, a mi amigo 'Tyson' le dolían las manos de dar mamporrazos y fue a que le miraran en urgencias ya que estaba allí. Salió con los dos brazos escayolados. Por motivos bien distintos eso sí. Esa noche se hizo larga en el hospital esperando a que le curaran, esa noche se hizo día, y volvimos a casa. Desde aquel día me ha costado mucho librarme de esa sensación de miedo, de asco y repulsión por la violencia. Además, en esa sala de espera contemplamos escenas poco constructivas. Fueron entrando nuevos pacientes con narices rotas, navajazos, policía con un detenido esposado esperando a que le curaran unas heridas... No sé que pensar, pero creo que no le tengo miedo a un puñetazo, a un golpe, a un hematoma... No es eso, creo que es miedo a no tener escrúpulos y ser capaz de agredir de forma feroz sin motivo. Creo que nunca hay motivo para llegar a algo tan básico, tan homínido como es la violencia por la violencia. No lo sé, pero en el fondo de ese miedo creo que hay mucho peligro en mí. Peligro en el sentido de que quizá, si me topara con otra circunstancia parecida en mi vida, y sólo quizá, no lo sé seguro, descargaría toda esta rabia acumulada sin control. O Quizá no.
No escribo esto como aniversario, no. Ya casi lo había desterrado de mi memoria. Lo hago porque hoy ha llegado al trabajo un compañero asustado, un buen tipo, con la cara llena de golpes y los ojos ensangrentados por los derrames. La noche anterior había sufrido un atraco desmesurado. Sin palabras, sin saber si quiera que querían atracarle, sin darle la opción de rendirse a la evidencia y entregar todo lo que tuviera sin pasar por ese trance violento, sin sentido, le golpearon en el cuello por la espalda y le agredieron hasta que huyeron con su enorme botín... un móvil de vieja generación. Su cara de miedo lo decía todo. Supongo que tardará en superarlo. Tendrá que salir de nuevo tarde del trabajo, mirando hacia atrás y asustado una buena temporada hasta superarlo, hasta doblar la calle del miedo para alcanzar la calle normalidad.
Su historia ha marcado mi día de trabajo, me ha dejado jodido, por él y por mi recuerdo.
Ha pasado un año.

Obsceno


domingo, 30 de marzo de 2008

Salir a trabajar

Creía que nunca iba a llegar, pero ha llegado. Desde que empecé a descubrir los placeres de salir de marcha pensaba que no había vida más allá. ¡'Que llegue el viernes ya, por favor!, o si me apuras, el jueves... No puedo más, necesito salir de marcha, emborracharme, mezclarme con mucha gente en lugares cerrados y abarrotados...' Sentía que no había nada mejor. Si no podía salir por compromisos familiares o por alguna extraña circunstancia, se me caía el mundo encima, no podía soportarlo, me ahogaba en amargura.
Miles y miles de noches en vela después, miles y miles de litros de alcohol derramados en mi organismo después, miles y miles de pesetas y euros gastados para la ocasión, miles y miles de noches para el recuerdo después, miles y miles de neuronas aniquiladas después... algo ha cambiado. No he madurado, no es la palabra, me niego a pensar algo tan ridículo, espero que nadie me diga nunca que soy un tipo maduro, no podría soportarlo, necesito alimentarme de una inmadurez permanente disfrazada de juegos de palabras, situaciones imaginarias, irreales, ilógicas... Detesto la formalidad absoluta, esa formalidad total que me da pereza en cierta gente, esa formalidad rígida que normalmente se identifica con la madurez. No, sigo sin madurar, no creo que lo haga nunca, pero noto que algo ha cambiado.
No sé cuando ha sido, no creo que haya ocurrido de un día para otro, de repente, en un segundo concreto de mi vida, no, pero sé que no es igual que hace un tiempo. Creo saber cuando empezó ese cambio, no estoy seguro, pero deduzco que todo viene de una etapa en la que era 'relaciones públicas' de una discoteca. Si, así es, R.R.P.P., ese tipo de personas que se dedican a ser simpatiquísimos con todo el mundo, habitualmente falsos y sonrientes de más, dedicados a convencer a la gente para que acuda a un determinado lugar y consumir cuanto más mejor. Dedicados a llamar a personas que casi no conocen como si fueran sus mejores amigos '¿que tal Ramón, como va lo de tu tesis, bien? y antes de que el Ramón de turno comience a salir de su asombro por la llamada y empiece a articular palabra, prosiguen con un... oye, este sábado fiestón en bluefields, no me falles eh? que hay mil copas gratis y está lleno de pibitas... Me alegro de hablar contigo, nos vemos el sábado tío, un abrazo. ¡Asqueroso!, pero es así, y yo... no era así, no soy así, me supera forzar esas situaciones. En fin, el caso es que aguanté bastantes meses saliendo viernes y sábados, hasta que dejé de disfrutar al salir para empezar a trabajar de noche, vamos que empecé a salir a trabajar. Llegó un momento en que sólo miraba el reloj, un reloj que nunca avanzaba, esperando mi hora de salida, si, llegó ese instante en que añoraba mi sofá y mi película de los sábados tranquilo, un momento en el que caí en la cuenta de que de toda la gente que había conocido en el mundo de la noche no me hubiera 'quedado' con ninguno. Falsedad, risas forzadas, olor a colonia perpetuo, fantochadas, mentiras... Fue en ese momento cuando lo dejé, cuando me quité el peso de encima de salir de marcha, cuando comencé a disfrutar de los fines de semana junto a mi novia, de la soledad de una noche ante una buena peli o un buen libro, o simplemente, a disfrutar de un domingo sin resaca. No es que odie salir de marcha, ni mucho menos, pero ahora sólo lo hago cuando me apetece, sin compromisos, con libertad, con los míos... lejos de salidas sin salida.

Típica calle de Madrid


Como campaña de promoción del Metro no tendría precio

miércoles, 19 de marzo de 2008

Desde el cariño

El barrio de Argüelles es muy especial. Es un barrio a priori normal, uno más de los muchos que tiene una gran ciudad como Madrid, pero a mí me produce una sensación placentera al recordarlo. No, no estoy loco, no quiero a un barrio, quiero todo lo que para mí representa. Argüelles es mi abuela, Argüelles es mi niñez, Argüelles es mi pubertad, mi felicidad, mi enamoramiento, mi insensated, mi familia, y mi válvula de escape y desenfreno durante muchos años.
En Argüelles vive Lilí, mi querida abuela, mi segunda madre, una de las mujeres que más quiero. Allí vive Lilí, y junto a ella he vivido yo miles y miles de fines de semana y fiestas de guardar. He dormido con ella, me he hecho pis en su cama, me ha alimentado, me ha educado, he aprendido con ella, me ha regañado, y me ha respetado y regalado sus mejores cuidados y deseos desinteresados. Lilí es una mujer muy especial. Tiene mucho carácter, ha pasado una guerra civil y una posguerra en Madrid... y eso marca. Sigue cogiendo cualquier cosa de la calle que crea útil, no soporta hablar por teléfono si no es 'para una emergencia', apenas pone la calefacción si no están sus nietos en casa, y la fecha de caducidad de los alimentos la considera 'un engaño, para que compres más'. Así con todo, no tiene miramientos a la hora de regalar un coche, o de pagar viajes para cinco personas a Europa. Vive por y para los demás, no quiere molestar, no le gusta ser el centro de atención si eso conlleva quitar tiempo al otro. No va al médico a no ser que sea absolutamente necesario, y nunca utiliza el metro o el autobús, 'pies para qué os quiero'. Tiene 93años, y cada domingo sigue haciendo la comida con ilusión para su familia. Además, no soporta que eches una mano a la hora de recoger, si eres hombre, claro. Es espontánea, tan espontánea que a veces llega a desconcertar. No tiene término medio, o algo o alguien es una risión, o es maravilloso y guapísimo/a. Casi 29 años conociéndola me han llevado a entender, o más que entender, a asimilar como una verdad absoluta, que es mi ángel de la guarda en la tierra. No es ningún delirio, tengo esa certeza de veras. Reza con su rosario desde hace años por mi, por que crezca, por que estudie, por que acabe la carrera, por que encuentre trabajo, por que ascienda en el trabajo... y sinceramente, creo que alguien que sólo pide por los demás, siempre es escuchado. Lilí es capaz de ver a sus nietos arrojar durante horas cosas por el balcón (cosas = escupitajos, naranjas, huevos, leche, globos de agua, cubos de agua encima de paraguas en días de lluvia...) y hacerse la loca... 'porque valora que seamos felices juntos sin fisuras en la amistad'. Tiene las ideas claras, si piensa que va a hacer algo, termina haciéndolo. ¿Quieres un bocadillo?, no, ¿seguro? no, gracias Lilí. Que te hago uno hombre que estás muy delgado... no Lilí, si ya he merendado. Venga que te traigo uno... no, no, seguro, no quiero. 3 Minutos de silencio después se levanta, va a la cocina y vuelve con un bocadillo.
Lilí no oye bien, digamos que oye muy mal, o más bien que hay que dar unos gritos de pánico para que te pueda oír. La costumbre me ha llevado a hablar a grito pelao a toda persona mayor que se precie. Un error evidente, pero no puedo evitarlo. Por no nombrar el espectáculo que supone, cuando me llama por teléfono (sólo lo hace en ocasiones muy especiales como... ¡mi santo!), y si coincide que estoy en el autobús o en la redacción del periódico la gente me mira más raro que de costumbre al verme vociferar.
Lilí es en definitiva, para mí, y aunque suene cursi, una persona admirable, de la que he aprendido valores fundamentales en mi vida y a la que guardo un espacio kilométrico en mi corazón.
Dos pisos más arriba de Lilí vive mi primo, con el que he compartido toda mi vida, con el que he cometido robos (a baja escala), gamberradas de todos los colores, ligues, o más bien intentos de ligues, las primeras salidas de marcha, los primeros pedos, miles de horas y horas muertas, miles de horas y horas muertos de risa... en fin, requiere un amplio capítulo a parte. Argüelles es también el hogar de mi primera novia, en cuya casa casi viví durante un año realmente intenso.
Por todo eso, y por mucho más, y a pesar de haber vivido en la calle alcalá, en villaviciosa de odón, en la avenida donostiarra, en general margallo, o en padre claret... Argüelles será siempre mi barrio.