lunes, 30 de noviembre de 2009

La Don Quixote la ganó... ¡Cervantes!

Cervantes y Santolino vencen en el Red Bull Don Quixote


Iván Cervantes y Lorenzo Santolino se hicieron con la victoria en el Red Bull Don Quixote, disputado en Ciudad Real, tras aventajar en 39 segundos a Xavi Galindo y Oriol Mena, que pese a partir desde la primera posición, no pudieron aguantar la presión del dúo liderado por el pentacampeón mundial de Enduro.




Es una noticia del pasado domingo 30 de noviembre. Una prueba de motocross celebrada en Ciudad Real, cuyo nombre es Red Bull Don Quixote, va y la gana... un tal Cervantes. El tío ya empezó con ventaja.
Es poco profesional, pero en el periódico donde trabajo no pude evitar titular esta noticia así:

La Don Quixote se la lleva... ¡Cervantes!





miércoles, 25 de noviembre de 2009

No insista


-Voy a cambiar el agua al canario.
-NO.
-Si es un segundo, venga hombre.
-NO.
-No usaré papel.
-NO.
-Que me meo toa.
-NO.
-Que lo dejo limpio, ya lo sabes.
-NO.
-Mañana te pido una caña que hoy no tengo dinero, pero déjame pasar.
-NO.
-Oye, voy a ver una cosa al wc un segundo.
-NO.
-Venga joder, que no puedo más.
-NO.
-Que me conoces del barrio...

Re: Atentamente

Ray Tomlinson ha recibido recientemente el Premio Príncipe de Asturias por haber inventado el e-mail, la forma de comunicación más utilizada en nuestros días. La utilidad de este hilo de comunicación es innegociable tanto para empresas como para particulares, pero yo me quedo con una frase que Ray dijo en referencia a su invento: "Es demasiado fácil malinterpretar el tono de un e-mail".

Durante un día de trabajo en el periódico recibo una media de cincuenta mails, a los cuales suelo responder a una media. Sí, sí, le respondo a unos pantys. No, lo cierto es que suelo responder a una media de dos o tres diarios. No me gusta, no puedo evitarlo. Esta semana en concreto he recibido dos mails que me han hecho pensar sobre la frase de Ray, y de la mucha razón que tiene este hombre. Al fin y al cabo lo ha inventado él, que le voy a contar yo.

Ambos mails hacían referencia a aspectos diarios del trabajo que no voy a detallar para no aburrir demasiado, pero más o menos resumiendo eran así:


1: De acuerdo Alfonso, pero quiero que sepas que me parece que el trabajo está siendo muy caótico. Saludos.

Este mail me causó una sensación muy molesta. Imaginé el tono de la respuesta en un momento de estrés laboral y no pude evitar enfadarme. Ahora puede parecer una tontería, pero en medio de la vorágine del cierre me dio mucha rabia. La respuesta fue suave, pero no pude evitar contestarle un:

1: Re: No será para tanto. Saludos.

A los cinco minutos recibí una llamada. Era el remitente del mail. Había bajado a la calle para hablar conmigo con total libertad, supongo que porque pensaba que la conversación podía dar lugar a subir un poco el tono, o simplemente porque tenía que echar la quiniela y ya aprovechaba. El caso es que la conversación, que comenzó muy tensa, fue relajando el tono poco a poco hasta llegar a una cordialidad ficticia que ambos pactamos de alguna manera, ya que sinceramente no habíamos llegado a un punto de encuentro real. Una de las últimas frases que me dijo fue que sentía si había malinterpretado el tono del mail.
Eso fue lo que me llevó a Ray. Me acordé de una entrevista suya en la que decía exactamente eso, y prometí mirar los mails con otros ojos.

Curiosamente al día siguiente recibí otro correo electrónico de otra persona que en el asunto escribió: 'Incredulidad', y cuyo contenido decía más o menos lo siguiente:

2. Siento incredulidad por lo sucedido ayer. Veo atónito como hay dos ediciones en las que la publicidad no va ubicada en la página cinco, como me habéis obligado a hacer a mí. Además, yo estoy aquí para tomar decisiones y no sé cómo aceptar que desde Madrid cuestiones esas decisiones. Has faltado a mi trabajo y a mi dedicación, y encima tratas de decirme cómo y cuando debo trabajar. Atentamente.

En realidad no tenía razón en ninguno de sus puntos. No me importa reconocer cuando alguien la tiene, y menos desde mi blog y pasado el tiempo, pero en este caso no tenía ninguna razón por muchos motivos que tampoco voy a detallar.

En el momento que vi el mail, volví a sentir el mismo malestar (el atentamente ese me remató), pero me acordé del día anterior. Sinceramente, el tono positivo a este correo no lo veía por ninguna parte, pero tomé la decisión de no contestarle en caliente. Esperé una hora y pico, respiré y descolgué el teléfono.

Mi tono zen-conciliador contrastaba con su tensión ultradefensiva de los primeros minutos, pero poco a poco, viendo mis explicaciones y mis ganas de no discutir, fue rebajando el tono hasta el punto de confesarme que le había explicado "muy pero que muy bien" todos los puntos en discordia, que había tenido un mal día y que yo tenía toda la razón. Acabamos mandandonos un abrazo mutuo, y casi quedando para ver una peli juntos en casa... Increíble.
Lo que está claro es que la cosa no hubiera quedado así de pastelosa de haberle respondido con su mismo tono, o de haberle llamado con algún reproche en la maleta.

Esto me ha servido para darme cuenta que el mail es un arma de doble filo. El correo es muy impersonal, es como hacer el amor con una muñeca de plástico, supongo. La facilidad para malinterpretar el contenido de un correo electrónico es pasmosa, y lo mejor es saber descifrarlo. Y si no se puede descifrar, lo mejor es apagar el ordenador y descolgar el teléfono. Y si no se puede rebajar la tensión así, pues coger el metro y presentarte en persona para hablarlo. Y si aún así no se puede rebajar la tensión, invitarle a un café y darle un abrazo, y si ni con esas se puede llegar a buen puerto, pues lo mejor es darse media vuelta, tomarse una tila, hacer ejercicios de meditación... y volver con rabia a romperle la cabeza con un bate de beisbol al muy hijo de puta.