domingo, 30 de marzo de 2008

Salir a trabajar

Creía que nunca iba a llegar, pero ha llegado. Desde que empecé a descubrir los placeres de salir de marcha pensaba que no había vida más allá. ¡'Que llegue el viernes ya, por favor!, o si me apuras, el jueves... No puedo más, necesito salir de marcha, emborracharme, mezclarme con mucha gente en lugares cerrados y abarrotados...' Sentía que no había nada mejor. Si no podía salir por compromisos familiares o por alguna extraña circunstancia, se me caía el mundo encima, no podía soportarlo, me ahogaba en amargura.
Miles y miles de noches en vela después, miles y miles de litros de alcohol derramados en mi organismo después, miles y miles de pesetas y euros gastados para la ocasión, miles y miles de noches para el recuerdo después, miles y miles de neuronas aniquiladas después... algo ha cambiado. No he madurado, no es la palabra, me niego a pensar algo tan ridículo, espero que nadie me diga nunca que soy un tipo maduro, no podría soportarlo, necesito alimentarme de una inmadurez permanente disfrazada de juegos de palabras, situaciones imaginarias, irreales, ilógicas... Detesto la formalidad absoluta, esa formalidad total que me da pereza en cierta gente, esa formalidad rígida que normalmente se identifica con la madurez. No, sigo sin madurar, no creo que lo haga nunca, pero noto que algo ha cambiado.
No sé cuando ha sido, no creo que haya ocurrido de un día para otro, de repente, en un segundo concreto de mi vida, no, pero sé que no es igual que hace un tiempo. Creo saber cuando empezó ese cambio, no estoy seguro, pero deduzco que todo viene de una etapa en la que era 'relaciones públicas' de una discoteca. Si, así es, R.R.P.P., ese tipo de personas que se dedican a ser simpatiquísimos con todo el mundo, habitualmente falsos y sonrientes de más, dedicados a convencer a la gente para que acuda a un determinado lugar y consumir cuanto más mejor. Dedicados a llamar a personas que casi no conocen como si fueran sus mejores amigos '¿que tal Ramón, como va lo de tu tesis, bien? y antes de que el Ramón de turno comience a salir de su asombro por la llamada y empiece a articular palabra, prosiguen con un... oye, este sábado fiestón en bluefields, no me falles eh? que hay mil copas gratis y está lleno de pibitas... Me alegro de hablar contigo, nos vemos el sábado tío, un abrazo. ¡Asqueroso!, pero es así, y yo... no era así, no soy así, me supera forzar esas situaciones. En fin, el caso es que aguanté bastantes meses saliendo viernes y sábados, hasta que dejé de disfrutar al salir para empezar a trabajar de noche, vamos que empecé a salir a trabajar. Llegó un momento en que sólo miraba el reloj, un reloj que nunca avanzaba, esperando mi hora de salida, si, llegó ese instante en que añoraba mi sofá y mi película de los sábados tranquilo, un momento en el que caí en la cuenta de que de toda la gente que había conocido en el mundo de la noche no me hubiera 'quedado' con ninguno. Falsedad, risas forzadas, olor a colonia perpetuo, fantochadas, mentiras... Fue en ese momento cuando lo dejé, cuando me quité el peso de encima de salir de marcha, cuando comencé a disfrutar de los fines de semana junto a mi novia, de la soledad de una noche ante una buena peli o un buen libro, o simplemente, a disfrutar de un domingo sin resaca. No es que odie salir de marcha, ni mucho menos, pero ahora sólo lo hago cuando me apetece, sin compromisos, con libertad, con los míos... lejos de salidas sin salida.

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