miércoles, 9 de abril de 2008

Sueños húmedos

Estaba a punto de reventar mi vejiga, no podía más, me meaba vivo, no podía esperar... hasta que de pronto acudí veloz, casi sin saber cómo al water más cercano. Ya estaba allí, a salvo. Me desabrochaba rápido el pantalón y comenzaba a evacuar todo el líquido acumulado. Qué sensación más placentera, gusto, gusto y más gusto infinito... que se torna en angustia en una milésima de segundo...¡Mierda, mierda, mierda, joder...! Me he vuelto a mear en la cama!!
Así pasé gran parte de mi infancia. No se puede decir que fuera un chaval evolucionado en ese aspecto. No recuerdo con exactitud la edad en la que dejé de hacerlo, pero era ya bastante avanzada. Al principio es algo normal, todos los niños se hacen pis en la cama. Es algo que no pueden controlar, no se les puede culpar, es un acto inconsciente, pero entiendo que algo molesto para una madre que tiene que cambiar las sábanas casi a diario. Mi abuela es viuda hace muchos años, nunca conocí a mi abuelo. Murió pocos meses antes de nacer yo. Es por eso por lo que habitualmente dormía a su lado cada vez que me quedaba en su casa... "¡Guarro, te has meado!", es una frase salida de su boca que recuerdo como habitual en esa época. La situación se tornaba dantesca. Ya entrada la madrugada, mi abuela cambiando las sábanas y yo de pie, en un lado, con cara avergonzada. Al día siguiente nadie comentaba nada, nunca me decían nada, lo cual no facilitaba las cosas. No normalizaban el hecho, ni tan siquiera se citaba, ni se hacía una broma, y era algo que me angustiaba aún más y me hacía sentirme más avergonzado la siguiente vez que ocurría. Yo intentaba no pensarlo demasiado, no fustigarme con ese problemilla, pero lo cierto es que incluso hubo noches que intenté pasarlas despierto para que no llegara el susto en forma de charco. Pero ¡zas!, en cuanto me despistaba, ahí estaba mi pesadilla amarilla despertando de golpe a mis placenteros sueños.
Poco a poco mi organismo fue entendiendo que había que cambiar la situación. Él solito se fue dando cuenta del error, y la frecuencia del derrame de líquidos nocturno fue normalizándose. Cada vez me pasaba menos, menos y menos, hasta que por fin dejé de mearme encima. Ya estaba bien, ya era suficiente. Por fin, como en las consolas, había pasado a la siguiente fase. Fase 2, ya no eres un meón.
Ya llevaba mucho tiempo en esa fase cuando, uno de mis primos me invitó a pasar con él y con mis tíos un fin de semana en la sierra. Una casa enorme, con miles de posibilidades para la diversión. No podía negarme. Pasaron a recogerme y allí nos plantamos. "Deja aquí tus cosas, dormimos en el cuarto de mis hermanas que hay dos camas". Cuando llegó la noche y nos dispusimos a dormir, mi primo me cambió la cama que me había ofrecido en un principio. "No, mejor duerme tú en ésta que esa es la de mi hermana pequeña que aún se hace pis en la cama y tiene un plástico debajo, duerme en ésta que no tiene plástico y dormirás más a gusto. Todo un detalle que correspondí con un "vale".
Pasadas unas horas mi vejiga me pidió, por favor eso sí, una evacuación inmediata, pero con calma, y sin problemas, llegué medio dormido al baño de mi casa. Ya estaba en él sintiendo la descarga, la paz, la total felicidad del momento, cuando caí en la cuenta de que no debería estar ahí. "Pero, ¿qué hago yo en mi cuarto de baño si estoy en la sierra...? Nooooooo!!!, me estaba meando encima otra vez. ¡Game over!, vuelta a la fase uno. Eché una meada de campeonato en la cama de mi prima, sí, sí, en la cama que no tenía protección antimeadores, al mismo tiempo que mi primo dormía plácidamente sobre un plástico protector. Sólo acerté a echarme a un lado para no pasar el resto de noche empapado en mi propio pis, y traté de dormir con permiso de mi angustia...
También volvió. De nuevo ese silencio mortal por la mañana. Durante el desayuno no levanté la cara del plato, sabía que mi tía había visto mi gran obra y lo había comentado. Sabía que mis tíos, mi primo, mis primas y posiblemente los vecinos ya lo sabían, pero nadie dijo nada. Tras pasar por ese trago, y al volver a la normalidad de mi vida en Madrid, retorné a la fase dos sin problemas.
Doce años, trece años, catorce años, quince años... es el tiempo aproximado que habrá pasado desde entonces, desde que me meé por última vez, desde que me construí un chalecito en la fase dos para vivir en él el resto de mi existencia. Tiene su gracia recordar estas situaciones tantos años después.
Ha sido esta misma mañana cuando me han venido a la memoria estas épocas pasadas... por agua amarilla. Las he recordado con una sonrisa nada más despertarme, porque aún recordaba claramente el sueño que acababa de tener. Era muy parecido al que tenía entonces, pero algo más elaborado. Soñaba con un water público laberíntico, si, si, lleno de pasadizos con más wateres, vacíos, y mirara donde mirara había wáteres. En mi sueño decidí que con tanto wáter, qué mejor que cometer un acto de rebeldía y mear allá donde no hubiera wáter. Y eso hice, mear hacia arriba, con un chorro altísimo que caía entre dos wáteres, y encharcaba todo el suelo. Hay que ser cabrón, cientos y cientos de wáteres y yo meando fuera. Alto y fuera. Un antisistema. En fin, un sueño absurdo que hubiera tenido mucho peligro si no me encontrara viviendo en la fase dos desde hace tantos años. Pero... el caso es que aún así he notado gusto a la hora de desahogarme en el sueño. Es extraño, pero lo he notado. Parecía como si estuviera meando de verdad, curioso. Parecía que estaba allí, en ese baño público surrealista quedandome agustito. Pero no.
Pero no...¡¡pollas en vinagre!!
Más bien, pero sí!!
Hoy he cumplido 29 años.
Hoy, ¡me he meado!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por la gran información! Yo no habría descubierto esto de otra manera!