miércoles, 2 de abril de 2008

Calle del miedo

Ha pasado un año. No recuerdo la fecha exacta, pero sé que ocurrió el mes de abril del año pasado. No llevaba más que dos meses en mi nueva casa de alquiler cuando uno de mis compañeros de piso decidió organizar una fiesta. Una fiesta que hubiera pasado con más pena que gloria si no hubiera sido por su desenlace inesperado. Ocurrió ya de madrugada, alrededor de las cuatro, en un momento en el que, ya sin alcohol, y ya sin tabaco, decidimos movernos todos a un bar. Fueron bajando por grupos y desapareciendo poco a poco las alrededor de treinta personas que vinieron al festejo. Quedamos cuatro rezagados que bajamos entre risas y gracias dispuestos a seguir de fiesta en otro lugar. No nos decidíamos si ir con el resto del grupo o desmarcarnos a otra zona, cuando, apoyados enfrente del portal recibimos una inesperada visita. Dos chavales, de unos 20 años, de estética semi-bakala-chandalera-macarra, nos pidieron dos cigarros, no de muy buenas maneras. Ninguno de nosotros tenía, y eso que tres de los cuatro fumamos, pero no teníamos. Varios insultos después, comenzaron a alejarse. Uno de mis amigos hizo un gesto burlón sacado de una película, (¿'te enseñan esto en la C.I.A?), un gesto absurdo y sin ánimo de nada más que de echarnos unas risas a costa de la inesperada visita. Pero dio la casualidad de que volvían hacia nosotros con ganas de más. Que mejor motivo para ellos que encontrar a su vuelta un gesto ofensivo. Ya tenían pretexto para la amenaza fácil, para los empujones y patadas voladoras cercanas. Mi ánimo apaciguador sólo sirvió para que uno de ellos me mostrara su puño, cargado de sellos de oro, a un milímetro de mi cara. Y fue entonces cuando tras tanta provocación, uno de mis amigos no pudo contenerse más. Cogió a uno de ellos de la solapa y lo tiró contra el suelo, comenzó a golpearle hasta que el chaval le enganchó el dedo gordo. Comenzó a mordérselo con todas sus fuerzas con ganas de arrancarlo. Lo más rápido hubiera sido darle una patada en la cara para que soltara, pero no, yo traté de abrirle la boca con las dos manos, como en un cómic, y finalmente conseguimos soltarlo. Mientras, el otro provocador había sido detenido antes de llegar a nosotros por otro de mis amigos, que tiró de hemeroteca (clases de boxeo, miles de movidas en su etapa Punk y Sharp...) para repartirle todo tipo de golpes directos a la cara, que encajó uno tras otro. No contento con eso, mi colega vino a por el 'muerdededos' y le tumbó de un directo. Huyeron a la carrera. Por dos veces. Por dos veces porque se envalentonaron y volvieron, pero al ver al repartidor con ganas de más, volvieron a huir y esta vez del todo. Mi amigo Tyson no dudó en despedir su huida con un 'ahora todo esto se lo contáis a vuestra mamá'. Final de la batalla. Yo estaba bastante nervioso. No soy capaz de reaccionar de forma violenta. Creo que soy incapaz de agredir porque sí. Trato de evitar la pelea, trato de separar sus dientes de su boca, les invito a irse, pero no llego a más. No sé porqué, seré un cobarde, pero la violencia me altera mucho, me supera. No nos movimos del sitio en diez minutos, debatiendo si debíamos ir a urgencias a que miraran el dedo mordisqueado de mi amigo, mientras él insistía en seguir de fiesta. Cuando decidimos movernos, de nuevo nos separamos. Tyson por un lado, y los otros tres por otro, pero... Sorpresón de última hora: coche derrapando a nuestra altura. Macarra 'con carnet de macarra', fuera de sí, y con más macarras en el coche, gritando que quién había pegado a sus colegas. Buscaban vengaza desde luego, no había que ser un ilustrado para darse cuenta. Instintivamente salimos corriendo calle arriba, doblamos la esquina, y volvimos a doblar otra esquina. Pero no sirvió de nada, había dado media vuelta y a toda velocidad nos perseguía en dirección contraria, derrape tras derrape. Miedo. No se puede describir de otra forma la situación. Casi pánico por lo que te espera si te pillan, por estar huyendo de un enemigo invisible al que no has visto apenas pero que sabes que está dispuesto a todo, un enemigo cargado de ira. Dos de mis amigos optaron, con el coche pisandonos los talones por meterse bajo tierra a través de la rampa de bajada de un parking 24 horas vigilado, mientras que yo, sin tiempo para seguirles, tuve que continuar corriendo por la calle, hasta que decidí esconderme entre dos coches. Absurdo. De repente paro de correr y decido esconderme. Si me pillan me matan doblemente, por venganza y por gilipollas. El caso es que mis dos colegas se encontraron al vigilante del parking, que les echó instintivamente, e instintivamente también ellos huyeron por la rampa de subida. Yo, escondido como una rata (aunque se me viera absolutamente todo el cuerpo sobresalido), escuché el coche acelerar y ponerse a mi altura... pero pasó de largo. Había visto a mis amigos salir por la otra zona y les perseguía a ellos. Yo, muy muy asustado, llamé a la policía. No sabía qué hacer. Creo que llamé tres veces seguidas. Me contestó una voz de mujer, en un momento de urgencia, que sólo quería saber todos mis datos, coño, que es una urgencia joder, da el puto aviso rápido, o venid y luego me preguntáis que marca de calzoncillos uso si queréis... En fin, A los pocos minutos me armé de valor y volví hacia atrás. Intenté llegar a la 'zona 0', donde todo había empezado. Pero a mitad de camino me encontré a mi amigo desorientado y con la cara ensangrentada. Le habían pillado a él y habían volcado toda su ira con barras de madera, patadas y golpes de todos los tipos entre tres o cuatro locos. Nunca olvidaré cómo describió la persecución. Se separó de mi otro amigo y comenzó a correr a través de un parque para llegar al portal. Oía a los tipos detrás, podía sentir como corrían varios tras él, al mismo tiempo que trataba de encontrar las llaves de casa. Cuando por fin llegó, abrió la puerta temblando, e intentó cerrarla, pero un brazo apareció e impidió que cerrara, como en una película, igual. Ahí entendió que todo estaba perdido. Sólo pudo escuchar a uno decir, déjalo que lo matamos. Ya en urgencias, el ánimo de mi amigo era digno de admiración. Una de las enfermeras al verle entrar le preguntó que qué había pasado, él contestó que poca cosa, pero que ya que estaba ahí le miraran más que nada el pelo, "que ultimamente lo tengo muy graso". Un 'crack'. A tres de nosotros no nos había ocurrido nada, bueno, a mi amigo 'Tyson' le dolían las manos de dar mamporrazos y fue a que le miraran en urgencias ya que estaba allí. Salió con los dos brazos escayolados. Por motivos bien distintos eso sí. Esa noche se hizo larga en el hospital esperando a que le curaran, esa noche se hizo día, y volvimos a casa. Desde aquel día me ha costado mucho librarme de esa sensación de miedo, de asco y repulsión por la violencia. Además, en esa sala de espera contemplamos escenas poco constructivas. Fueron entrando nuevos pacientes con narices rotas, navajazos, policía con un detenido esposado esperando a que le curaran unas heridas... No sé que pensar, pero creo que no le tengo miedo a un puñetazo, a un golpe, a un hematoma... No es eso, creo que es miedo a no tener escrúpulos y ser capaz de agredir de forma feroz sin motivo. Creo que nunca hay motivo para llegar a algo tan básico, tan homínido como es la violencia por la violencia. No lo sé, pero en el fondo de ese miedo creo que hay mucho peligro en mí. Peligro en el sentido de que quizá, si me topara con otra circunstancia parecida en mi vida, y sólo quizá, no lo sé seguro, descargaría toda esta rabia acumulada sin control. O Quizá no.
No escribo esto como aniversario, no. Ya casi lo había desterrado de mi memoria. Lo hago porque hoy ha llegado al trabajo un compañero asustado, un buen tipo, con la cara llena de golpes y los ojos ensangrentados por los derrames. La noche anterior había sufrido un atraco desmesurado. Sin palabras, sin saber si quiera que querían atracarle, sin darle la opción de rendirse a la evidencia y entregar todo lo que tuviera sin pasar por ese trance violento, sin sentido, le golpearon en el cuello por la espalda y le agredieron hasta que huyeron con su enorme botín... un móvil de vieja generación. Su cara de miedo lo decía todo. Supongo que tardará en superarlo. Tendrá que salir de nuevo tarde del trabajo, mirando hacia atrás y asustado una buena temporada hasta superarlo, hasta doblar la calle del miedo para alcanzar la calle normalidad.
Su historia ha marcado mi día de trabajo, me ha dejado jodido, por él y por mi recuerdo.
Ha pasado un año.

No hay comentarios: