martes, 18 de marzo de 2008

'Two hours'

Siempre he sido tímido. Cada vez menos, pero hace años era bastante evidente mi timidez. Estoy bastante contento por haber superado esa etapa de miedo a la población activa, miedo al qué dirán, miedo a sentirme ridículo. Aún tengo fases, pero nada que ver con años atrás. Lo único que envidio de esa época es que proporcionalmente pierdes timidez al mismo tiempo que pierdes un fabuloso, misterioso y fantasioso mundo interior. Tendría unos quince años cuando decidí, en plena edad del pavo, a medio formar, en la edad en la que el bigotillo ya no es bigotillo, es bigote sin afeitar... en plena timidez incontrolada, que debía pasar un verano diferente, lejos de mi familia, lejos de mi primo, y lejos de una rutina estival de gamberradas, deporte y risas ya habitual y en la que me sentía muy cómodo. No estoy seguro si de verdad el paso lo dí yo, mi mundo interior fantasioso, o simplemente fueron mis padres para que espabilara un poco. Creo que fue una mezcla, pero la experiencia fue de lo más circense. Encontré una empresa que te facilitaba, a cambio de una importante suma de dinero, clases de inglés y una familia que te acogiera durante dos meses. Todo pensado, todo calculado para mi primera escapada en solitario. Nueva Jersey era el destino. Maleta nueva, ropa nueva, dinero nuevo proporcionado por mis padres... mi madre no dejó escapar ni un detalle para que no le faltara de nada a su hijo lerdo (o tímido como digo yo).
Aeropuerto Madrid-Barajas, muy temprano. Mi padre se había encargado de facturar mi maleta, y, junto a mi madre, se despedían de mí, en un momento en el que sentía que estaba cometiendo un error. No quería ir. -¿Llevarás el dinero en el bolsillo, no? preguntó mi padre antes de que entrara en la zona de embarque. Si, respondí al mismo tiempo que recordaba el momento en el que dejaba mi cartera dentro de la maleta. Lerdo, torpe, y encima mentiroso... en fin, no hay porqué preocuparse, en cuanto la coja en Nueva York, me guardo el dinero en el bolsillo y asunto resuelto, pensé en un alarde de inteligencia. Siete horas después llegamos al JFK. Y digo llegamos porque viajaba junto a la monitora de la organización y más españoles que parecían algo más normales. Los esfuerzos de ésta porque me integrara un poco durante el vuelo habían sido en balde. (ya les conoceré allí, pensaba). Inmigrantes a la izquierda, -'american citizens' a la derecha- gritaba una policía enorme, por gorda, a la llegada. Casi dos horas de espera después, estaba presentando mi hoja verde de 'no voy a matar al presidente de los eeuu', y demás sandeces que hay que rellenar al entrar al país más desarrollado del mundo. Era mi turno. Un policía de aduana, negro, muy negro, el más negro que había visto nunca, me interrogaba dando voces mientras le entregaba tembloroso mi pasaporte. How ssfgosjdgs are you dvasaeg? eso es todo lo que le entendí, hasta que caí en la cuenta, a medida que alzaba la voz que me estaba preguntando que cuánto hacía que había llegado. Por fin: "Two hours" respondí aliviado. Pareció enfurecerle mucho más mi respuesta. Los chorros de sudor volvieron a aparecer para recorrer mi cuerpo. Realmente el policía negro, muy negro, el más que yo había visto, trataba de saber cuánto tiempo me pensaba quedar en territorio yankee, y lo de 'two hours' lo mismo lo tomó como un vacile. "Two months" dije, mucho más que acojonado. Selló mi pasaporte y pasé temblando... Bueno, lo peor ya había pasado, ya sólo quedaba recoger mi maleta e ir al encuentro de mi maravillosa familia americana.
Una hora después, el resto de españoles normales esperaba con su equipaje a que saliera mi maleta por la cinta. No podía estar pasándome eso. Mi maleta era la única de toda la tripulación que no salía. La monitora, que tenía un inglés algo mejor que el mío (labrado a base de cortas clases impartidas por expertas monjas del distrito de hortaleza), me acompañó a reclamar mi maleta. De nuevo gritos... -¿Cómo era?, ¿de qué color?, ¿qué ropa llevaba dentro?...- Dios mío, no sabía nada. No es que me hubiera quedado en blanco, es que no lo sabía realmente. Era nueva, no me había fijado en la marca, ni en la ropa que mi madre me había metido dentro, (y no era plan de decir, nosé mi madre sabrá), pero es que ni si quiera sabía la forma que tenía... Qué desastre, quería morirme, y no es la tipica expresión, quería morirme de verdad... qué hacía yo en ese aeropuerto donde sólo había gente extremadamente borde. ¿No veían mi cara de panoli desesperado? ¿No les producía pena alguna? Cada vez me gritaban más en el país de las putas oportunidades, o de las oportunidades de pasarlas putas. Antes de irme de esa pequeña habitación recordé que dentro de mi maleta, que no había sabido reconocer, llevaba TODO mi dinero. ¡Sentí pánico!. Traté de decirlo, y lo hice con un hilo de voz temblorosa y entrecortada. "Llevo dinero ahí, dólares". El hombre me miró con cara de decir... vale, ya está. Si encontramos una maleta con dólares dentro, es tuya, tontolapolla!!!. En un instante de extrema lucidez, dije que también había dinero español. Estaba todo perdido: mi dignidad y mi dinero. Ni siquiera sabía qué dirección darles para que me la enviaran en el hipotético caso que la localizaran tras mi detallada descripción.
Una hora y media después me encontraba en un típico colegio americano lleno de canastas y de familias sonrientes aguardando a sus nuevos inquilinos. Lleno de familias americanas sonrientes que se fueron llevando uno a uno a los viajeros hispanos normales, a su nuevo hogar, poco a poco, poco a poco, como un goteo, al igual que las maletas... pero, ¿y mi familia sonriente?... no podía ser, tampoco estaba. Sin maleta, sin dignidad, sin habla, con bigotillo, sin dinero... y sin familia!!. "Dios mío, mamá ven, ven, qué hago yo en este colegio lleno de canastas al otro lado del mundo"... ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Esa noche dormí con una familia que parecía sacada de una serie de tv, me hicieron ese favor, yo no les correspondía. Con el aire acondicionado al máximo, sin pijama, sin cepillo de dientes, con bigotillo, y sin poder pegar ojo, pasé, sin duda, una de las peores noches de mi vida.
Antes de irme a acostar, había hecho la correspondiente llamada a España...¿Qué tal hijo, todo bien? "Todo bien mamá, todo bien".

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